TELEVISION › SEGUNDA GENERACION DE REALITY SHOWS
Lejos del formato patentado por Gran Hermano, el género se redefine a través de una variedad de ciclos que privilegian los “concursos de talentos”. La tendencia, que se vuelve hegemónica, deja al descubierto otra realidad: la producción de ficción descendió más de un 50 por ciento respecto del año pasado.
› Por Emanuel Respighi
Si hace una década los reality shows desembarcaron en la TV argentina como un aluvión al que se le adjudicaba corta vida (ciertos gurúes mediáticos consideraban que su éxito recaía sólo en un interés pasajero de la audiencia motivado por la novedad que representaban para el medio local), el 2007 puede percibirse como el comienzo del segundo estadío del género que tantas críticas y pasiones cosecha a lo largo de todo el mundo. Es que la pantalla chica vernácula se minó, como nunca antes, de reality shows, pero ya no de aquellos formatos de encierro –a excepción del tedioso Gran Hermano, claro, que comenzará en breve su quinta edición–, sino de una variedad de ciclos de concursos de talentos tan diferentes como llamativos. Un repaso por la TV actual basta para constatar que cuatro de los cinco canales de TV abierta tienen en su programación ciclos en los que famosos y/o gente común compiten por un sueño. América TV es la única excepción a la regla (tácita) de ’07.
Según un informe emitido recientemente por el ciclo Maestros de TV (miércoles a las 20, por Canal 7), en 2007 la producción de ficción de los cinco canales de TV abierta descendió más de un 50 por ciento respecto del año pasado, contemplando las telenovelas, las telecomedias y los unitarios. En contraposición, se percibe en esta temporada que los reality shows, especialmente los de concursos de talentos, avanzaron sobre el espacio televisivo. En la actualidad, considerando Bailando por un sueño (Canal 13), El circo de las estrellas (Telefé), Coronados de gloria (Canal 9), Aquí podemos hacerlo (Canal 7) y High School Musical, la selección (Canal 13), los realities de habilidades –supuestas, imaginadas o reales– ocupan más de 20 horas semanales de la TV argentina. Un espacio para nada despreciable, al que los programadores le abren el juego en búsqueda de una repercusión masiva similar o mayor que la ficción, pero mucho más económica, teniendo en cuenta el alto costo y riesgo monetario que demanda una telenovela o una telecomedia en personal técnico y artístico.
Aunque la tendencia es perceptible e incluso se extiende a las pantallas de cable y a la TV de otras latitudes del globo (ver aparte), al menos a nivel local no se trata para nada de un fenómeno monocorde. Ni siquiera la polémica –con cierto tufillo artificial–, que tanto se explota en un medio cada vez más sangriento, es el elemento aglutinador. Porque aunque no lo parezca, ante tanta sed de estériles escándalos, potenciados por inéditas alianzas mediáticas intercanales (ver aparte), también están los exponentes del género que tratan de escapar a los aspectos más frívolos de la escena catódica local. Aunque no es nada fácil escapar a los exabruptos en continuado de Bailando por un sueño, también conviven en la pantalla chica realities como El circo de las estrellas o Aquí podemos hacerlo, que prefieren hacer foco en el proceso creativo.
Más allá de si las propuestas mejoran o empeoran la calidad de la TV argentina, tema de otro interesante pero interminable debate entre las partes interesadas, no deja de llamar la atención la manera en que la TV apostó este año al reality show. El prime time ’07 se programó básicamente con reality shows, dejando afuera del segmento de mayor encendido a algunos ciclos de ficción que, como Hechizada o El capo, nunca pudieron hacer pie en una TV realitizada. En efecto, mientras la TV por cable atraviesa por uno de los momentos más fructíferos en cuanto a niveles de audiencia y repercusiones de sus series (cada vez se hace más común escuchar hablar de Lost, 24 o Héroes), la TV argentina vivencia este año una baja en el rating: en junio el encendido promedio que sumaron los cinco canales fue de 39,3 puntos, por debajo de los 43,4 alcanzado en 2006, o los 43 de 2005).
Por tal motivo, el pedido de “somos actores queremos actuar”, que hace varios años encabezaron algunas figuras en una entrega de premios Martín Fierro, hoy se hace escuchar ya no aisladamente, sino a través de una voz institucional. La Asociación Argentina de Actores emitió ayer un comunicado en el cual convoca a sus miembros a reunirse en los diferentes estudios de grabación de las (pocas) tiras de ficción que actualmente se encuentran al aire o están en pleno proceso de grabación, con el objetivo de analizar la TV actual, el lugar que los actores ocupan en ella y el auge de formatos que, como el reality show, atentan contra su actividad.
“Los trabajadores actores, víctimas del minuto a minuto, estamos soportando una catarata de programas cada vez más alejados de la ficción, programas de resultado fácil, muchas veces con una cuidada y gran producción, otras no tanto. Si bien dentro de algunos de estos programas estamos luchando desde el sindicato por el reconocimiento de la tarea que realizan allí actores y bailarines comprendidos en nuestro convenio colectivo de trabajo, esto no garantiza la cuota de empleo que sí nos da la ficción”, denuncia el texto elaborado por la asociación. Conscientes del funcionamiento del negocio televisvo, el gremio actoral, sin embargo, no deja de criticar la actualidad de un medio para el que lo único que pareciera servir es el rating. “Nadie duda –agrega el comunicado– del derecho de los productores a vender lo que quieran y a, lógicamente, sacar el mayor beneficio económico de sus productos, pero los actores debemos tomar conciencia sobre en qué contexto se produce la pérdida de la fuente de trabajo.”
En la otra vereda, en cambio, la visión que se tiene del fenómeno no es tan dramática y vuelve a traer a la discusión el funcionamiento cíclico de la TV. “No hay que alamarse tanto”, propone Mariano Cohn, creador junto a Gastón Duprat de El circo de las estrellas, cuyo ganador se conoce esta noche. “El avance del reality show, en cualquiera de sus subgéneros, va y viene como una moda, que tiene la misma entidad que lo que ocurrió con los parripollos, las canchas de paddle o los viodeoclubes. Y en el contexto actual, no todos los programas son iguales: incluso hasta parece que Gran Hermano está en otra categoría, que se trata de un ciclo que dice y dispara otras cuestiones más allá de las televisivas”, agrega el mentor de Televisión abierta. Y, para calmar las aguas, deja una dosis de su fina ironía: “Pero el mejor reality, que todavía no se emitió y que le escuché decir a Charly García, es el que tiene por objetivo que los participantes entren como famosos y salgan como desconocidos”.
Incentivado por el rating, Marcelo Tinelli decidió en esta temporada reincidir en el género. Ya sin otorgarles tanta preponderancia a los sueños sociales de los competidores anónimos, ShowMatch se convirtió en un auténtico reality show, al punto de que redujo al mínimo la participación de los humoristas. Claro que en su lógica perversa, el sueño que persigue Bailando... no es otro que el rating, al punto de que el aspecto artístico pasó a un tercer plano. Es que a la vista de las alianzas con ciclos chimenteriles, valen más en términos de audiencia las peleas entre las famosas (detalladamente seleccionadas) y las internas del jurado, que las performances artísticas. Los sueños de los participantes apenas si se repasaron en el primer programa. Y ya nadie los recuerda...
Suerte de versión edulcorada (¿aún más?) de Operación triunfo, pero con el aval de Disney detrás, High School Musical sigue las bases del show teenager importado: chicos hiperproducidos, gente cool derrochando sonrisas a cámara, papelitos brillantes y hasta porristas importadas. Propio del perfil que cultiva la compañía del viejo Walt, el programa no se vale de un jurado que desliza comentarios ácidos sobre los “artistas” –como suelen decirles– ni de sentencias negativas que tanto atraen en otros ciclos, pero las reglas de lo peor del género siguen vigentes: la demora en el anuncio de los sentenciados y la extensión en el tiempo de los eliminados se mantienen inalterables. Y no hay margen para el “error” en el (asexuado) mundo Disney: Chachi, una de las participantes de 22 años, fue eliminada porque circuló en Internet un video en el que se la veía teniendo sexo con su novio.
Pero no todos los realities modelo ’07 adaptaron los (ab)usos y costumbres de los ciclos de chimentos a sus propuestas nocturnas. Mostrando la flexibilidad del género, Aquí podemos hacerlo, el ciclo que Canal 7 emite los miércoles a las 22, es una muestra de que se puede televisar los pormenores de un casting para una obra teatral sin perder el hilo. Es que el reality show en el que Pepe Cibrián y Angel Mahler buscan el elenco para su nuevo musical, la cámara se posa sobre cada una de las etapas que debe atravesar un artista, haciendo hincapié en el esfuerzo más que en los escándalos o peleas que puedan surgir entre los participantes en el camino hacia la fama.
En la misma línea, El circo de las estrellas en Susana Giménez, que finaliza hoy, demostró que es posible hacer competir a más o menos famosos del espectáculo y el deporte nacional sin forzar la arena del circo para el lado más frívolo o amarillo. Más allá del atractivo o no, el segmento dentro del programa de Susana... impuso un formato que sin dejar de ser un reality show, prefiere tomar un carácter testimonial sobre el detrás de escena de la antigua profesión artística, escapando a los golpes bajos a los que suele echar mano la veleta TV actual en busca de impacto y rating. Algo de esto se puede ver también en Coronados de gloria, el reality que conducen el Chino Volpato y Julieta Prandi en Canal 9 (sábados a las 21), sólo que aquí la búsqueda de nuevos exponentes del folklore se tiñe de ideología nac & pop de dudosa ingenuidad.
Si Bailando..., al igual que Gran Hermano en cualquiera de sus versiones, monta su show sobre la base de un casting que induce a la rivalidad y el escándalo, atravesado por la tensión sexual más chabacana (a excepción de las de Paula Robles, no existe cola o teta de las participantes femeninas que no haya sido presentada en primerísimo plano cada vez que salen a la pista a bailar algún ritmo), tanto en Aquí podemos hacerlo como en El circo... la cruel competencia individual le cede paso al compañerismo grupal: los participantes hacen constantes esfuerzos para mostrar lazos de solidaridad entre sus compañeros. Ejemplos más o menos interesantes que demuestran que la polémica y las miserias no constituyen las bases del género. Aunque a veces, entre tanto bombardeo mediático organizado, desde la pantalla chica se quiera hacer creer lo contrario. Para bien de unos pocos. Y para mal de aquellos que desde el otro lado de la pantalla anhelan disfrutar de una TV en la que el aspecto artístico vuelva a ser la prioridad.
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