TELEVISION
Así como en los reality shows se dirime buena parte de la pelea por el rating entre Telefé y Canal 13, el auge del género tuvo una consecuencia indirecta en el mapa televisivo argentino, ya que puso de manifiesto la nueva lógica que signa al medio: un producto ya no vale sólo por su contenido sino también por las resonancias que fuera de su emisión tiene en otros programas. Tanto en Gran Hermano como en Bailando por un sueño, se percibe claramente cómo ambos programas ya no se ponen al servicio de los canales que los emiten. Más bien son las emisoras las que parecen entregar al servicio de estos reality shows toda su programación, modificando horarios y cediendo espacios en otros ciclos –incluso noticieros– para su difusión. Pero, a su vez, la competencia logró que se formen alianzas intercanales, algo impensado tiempo atrás. Y los programas de chimentos, obviamente, aprovecharon las necesidades de estos ciclos. Basta ver la TV a la tarde para darse cuenta de cómo Intrusos del espectáculo se convirtió en una caja de resonancias de Gran Hermano, mientras que Los profesionales de siempre se alistó detrás de Bailando por un sueño. Consecuencias de una TV cada vez con menos escrúpulos a la hora de sumar puntos de rating.
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