TELEVISION › “FILMOTECA”, POR CANAL 7
Conducido por Fernando Martín Peña y Fabio Manes, el ciclo rescata, de lunes a viernes a la 1.30, películas que no suelen verse en la TV abierta.
› Por Oscar Ranzani
El cine clásico se ha convertido en una joya exótica que sólo puede verse en circuitos alternativos, lejos de las cadenas exhibidoras que cada vez más van podando la amplitud de miradas cinematográficas para centralizarse en la producción hollywoodense. En vacaciones de invierno, ese fenómeno explota literalmente y es más palpable a nivel masivo. Por eso, el programa Filmoteca que conducen Fernando Martín Peña y Fabio Manes por Canal 7 tiene un doble mérito: muestra un cine que prácticamente quedó en el archivo de los coleccionistas, pero que puede redescubrirse en la actualidad; el otro destacado es que estas películas se están viendo por la pantalla chica, lejos de la histeria televisiva y renunciando a la máquina perversa del minuto a minuto. Quizá lo cuestionable sea que Canal 7 le dedique un espacio tan tardío, teniendo en cuenta que se emite de lunes a viernes a la 1.30 de la madrugada. Sin embargo, bien vale el esfuerzo de mantenerse despierto para poder apreciar los temas que Filmoteca ofrece.
Por el ciclo ya han pasado clásicos del impresionismo francés y del cine soviético, como films noir Clase B y de terror español, entre tantos temas que abarcan toda la semana. A veces es dedicado a un director en particular (Mario Bava, George Wilhelm Pabst) o a un tema específico como fue el caso de la “Semana Musical”, la “Semana Erótica” o el cine político argentino, donde pudo verse por primera vez en TV Actualización política y doctrinaria para la toma del poder, del grupo Cine Liberación. Peña y Manes hacen su trabajo con sus estilos: presentan el material de manera desacartonada y lejos de cualquier solemnidad, y realizan breves análisis del material que exponen. Para conocer el detrás de escena de Filmoteca, Página/12 entrevistó a Peña.
–¿Por qué no se veía en la televisión el cine que muestran ustedes?
–No hay ninguna razón. Simplemente nadie lo programaba, por ese a priori idiota que prejuzga desde la ignorancia y que determina el 90 por ciento de la programación de la TV argentina.
–¿El programa apunta a quienes conocen estos géneros o a quienes quieren descubrirlos?
–A ambos. Tratamos de hacerlo igualmente accesible para el iniciado y para el que recién empieza. Evitamos la terminología especializada o académica, y tratamos de cubrir un espectro amplio en materia de gustos. En ese sentido, el programa incluye materiales que en programas más clásicos eran considerados antagónicos. Nosotros pasamos cine abstracto alemán de los años ’20 y también películas de zombis. En tanto tengan algo interesante y original que las singularice, nos parece que son obras que merecen ser difundidas.
–Teniendo en cuenta que una de las premisas de los ideólogos de la televisión basura es que el cine clásico, vanguardista o político no interesa, ¿qué grado de interés nota en los televidentes sobre el cine que ofrece este ciclo?
–En general, la respuesta del público es muy buena, en particular con el cine militante, pero también con el cine de revisión en general. El discurso de esa gente que usted menciona es mentiroso, porque no puede interesar nunca lo que nunca se ofrece. En la práctica, en cuestiones culturales, es la oferta la que crea, poco a poco, la demanda. Que nadie quiera invertir en eso es otro problema. Pero el error parte de la ignorancia de quien cree que todos son (y deben seguir siendo) igualmente ignorantes. Creo que la apuesta de la actual gestión del 7 (y de Tristán Bauer en Encuentro, y del Canal Ciudad Abierta) vale por animarse a trascender esa mirada miope sobre los medios.
–Teniendo en cuenta que la televisión actual se ocupa casi exclusivamente del entretenimiento antes que de la formación, ¿considera que Filmoteca es un programa didáctico?
–Supongo que sí, en la medida en que contribuye a formar un conocimiento descontracturado y abarcativo sobre la historia del cine. Quienes definen los premios FundTV nos nominaron en el rubro “Educativo”, lo que es para nosotros un motivo de orgullo.
–¿Cómo seleccionan los núcleos temáticos semanales y qué aspectos tienen en cuenta para elegirlos?
–Tenemos encuentros más o menos semanales donde vamos completando una larga lista de temas. Los vamos cerrando a medida que podemos obtener el material. La idea es que cada tema se trate con distensión, no con un propósito exhaustivo, y en lo posible a partir de una diversidad de puntos de vista. Si vamos a hablar de zombis, tiene que estar la primera (White Zombie, de Victor Halperin) y tiene que estar la mejor (Night of the Living Dead, de George Romero); pero para que haya realmente varios puntos de vista también tienen que estar Lucio Fulci y el grupo Farsa. Y por lo general tratamos de que algo más accesible o conocido se alterne con algo que no conoce nadie, pero que merece verse.
–¿Cómo consiguen el material que difunden?
–La mayoría proviene de nuestras propias colecciones, otras nos las proporcionan coleccionistas cómplices, como Christian Aguirre o Julio Artucio. Tenemos un pequeño presupuesto para adquirir algunos films puntuales, pero la mayoría de lo que exhibimos pertenece al período mudo y se encuentra en dominio público, por lo que lo esencial es encontrar una copia decente. Y eso lo hacemos desde hace muchos años como programadores o restauradores. Pudimos, por ejemplo, exhibir completa la película muda argentina Nobleza gaucha (1915) por primera vez en la TV abierta argentina, pero eso es porque antes, con el equipo que integra Aprocinain, pudimos reconstruir una copia presentable.
–El título del programa encierra la esencia del ciclo, porque los preceptos fundamentales de una filmoteca son la conservación y la difusión.
–Sí, una no sirve sin la otra. La idea de “preservar” tiene que terminar necesariamente en el público. Un film no se “preserva” sólo físicamente. Queda definitivamente “preservado” cuando encuentra un público que lo aprecia, lo valora y estimula su circulación. Actualmente, el cine argentino de la llamada “época de oro” se encuentra mejor preservado en la memoria de quienes lo disfrutaron en su momento que en los archivos, porque nunca se asumió el problema de la preservación como una cuestión de Estado. Y sigue sin asumirse. Hasta que no exista la Cinemateca Nacional, con recursos suficientes y garantizados en el tiempo para hacer todo lo que no se hizo hasta ahora, nuestro acervo audiovisual seguirá haciéndose pedazos. Parece que no quieren dejarnos ni los recuerdos. Y no es por falta de recursos, que los hay. Es pura y simple negligencia.
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