TELEVISION › LISANDRO ALONSO Y “LOS MUERTOS” EN TV
El director muestra su satisfacción por la exhibición, hoy a las 22 por Canal 7, de su segunda película: “Hay gente que quizá no tuvo la posibilidad de encontrarla en el cine, y éste es otro acercamiento por otro medio, pero sigue siendo un acercamiento a un público”.
› Por Oscar Ranzani
El opus dos de Lisandro Alonso, Los muertos, pateó hace tres años el tablero de los convencionalismos del cine argentino, con más fuerza aún que La Libertad, ópera prima del joven realizador que documentaba la rutina de un hachero de La Pampa. Los muertos tuvo una irrupción más vigorosa porque Alonso le agregó capas narrativas y la convirtió en una ficción dramática con no actores. La historia tiene como protagonista a Argentino Vargas, un hombre que sale de la cárcel después de pasar años en un penal correntino, cuya meta es reencontrarse con su hija, a quien no ve desde hace treinta años. Pero Vargas existe en la vida real. Claro que no mató a nadie como su personaje ni nunca estuvo preso. Argentino Vargas es un bracero correntino que Alonso conoció en un viaje buscando un protagonista de la región donde decidió posar sus cámaras. Si bien Los muertos es una ficción, uno de los aspectos que más atrapa de la película es la capacidad de Alonso de filmar a estos personajes del interior en su cotidianidad, con la misma naturalidad que en la vida real.
El público que no pudo verla en cine tendrá la oportunidad de apreciarla por televisión: hoy a las 22 se emitirá por Canal 7 en El cine que nos mira, que conduce Carlos Morelli. A pesar de que Alonso sostiene que a través de la TV “es más fácil distraerse”, también se muestra entusiasmado por la decisión de que haya sido programada: “Está buenísimo que se pase la película en la tele. Hay gente que, a lo mejor, no tiene la posibilidad de encontrarla en el cine o no la tuvo, y es otro acercamiento por otro medio, pero sigue siendo un acercamiento a un público”, afirma en diálogo con Página/12.
–¿Cómo conoció a Argentino Vargas?
–Primero se me ocurrió el lugar donde quiero filmar, y fui. Estaba en las orillas del Paraná a la altura de Goya (Corrientes). Yo viajaba con una carpita y llegué a él a través del tipo que manejaba la lancha. Le pregunté si me podía quedar acampando un par de días en su casa para conocerlo. No tuvo ningún problema, y no fue tanto para ofrecerle trabajo como actor sino para ver cómo vivía él. El vive con seis chiquitas y al ver la relación que tiene con las hijas me dio mucha confianza.
–¿Qué fue lo que lo atrapó para que fuera el protagonista?
–A mí me gustaba la cara y la personalidad. Pero también me gustaba el misterio que tenía que ver con el entorno en el que vivía. El vive en un rancho de barrio sin luz, sin gas, sin agua corriente. Las chicas iban con un bidoncito a sacar agua del río Paraná. Todo eso me generaba una curiosidad y un misterio, y me daban muchas ganas de filmar ese entorno, pero con alguien que lo conociera bien.
–¿Y cómo se logró la naturalidad del personaje?
–Me parece que la logró él: la primera vez que fue al cine fue a ver Los muertos, y no tiene televisión. O sea, al no conocer los mecanismos, lo que envuelve y la exposición no le tenía miedo a la cámara. Me acuerdo que lo único que le dije fue que no mirase a cámara, que no actuara, que hiciera cosas con naturalidad. Y aparte él estaba en su medio. Ahí se mueve como pez en el agua. El, a diferencia del personaje, nunca mató a nadie ni estuvo preso. Pero el personaje que yo quería mostrar era un tipo que por más que hubiera estado encerrado más de veinte años, salía y se encontraba con el mismo entorno y en el mismo estado, o incluso peor. Lo de Los muertos no es por la gente que él mata sino más que nada por la vida que le toca vivir a este personaje: por más que siga respirando tiene muy pocas opciones.
–¿Es imposible pensar esta película con actores?
–No, a lo mejor se puede. A mí me parece que ningún actor va a lograr esa naturalidad: las manos de Vargas, moverse en un bote como Vargas. Nunca la concebí pensando en actores porque para mí hacer una película es como excusa para ir a relacionarme con gente con la que no tengo contacto o comunicación porque somos distintos: tenemos una vocación distinta, una situación social distinta, yo vivo en Buenos Aires.
–¿Por qué piensa el lugar antes que la historia?
–Porque viendo revistas o fotos siempre me dan curiosidad los lugares. Y se me ocurren así: primero en el monte, después en la jungla en Corrientes y ahora filmé en Ushuaia en la nieve. Nunca sé por qué. Me vienen imágenes de lo que me gustaría ver y viajo hacia donde puedo encontrar eso.
–Una constante suya (La libertad y Los muertos) es la del hombre aislado en la naturaleza. ¿Esto permite hablar de otro modo de la condición humana?
–Nunca sé cómo explicarlo, pero ver al hombre moviéndose por la naturaleza resume mucho más lo que busca, lo que necesita y lo que le falta y cómo trata de conseguirlo en algunos casos. Es más físico el trabajo con la naturaleza que el de las ciudades. El esfuerzo se nota más, la energía se nota más, los descansos se notan más. Me parece que se entiende más. Viendo a un tipo caminando por las calles en Buenos Aires no sabés lo que hace ni qué busca. Yo lo encuentro más puro.
–Al igual que el hachero de La libertad, Argentino Vargas prácticamente no habla y, sin embargo, el film narra mucho.
–Con la educación visual que tenemos hoy en día, hay veces que la palabra sobra. En este caso, justamente no habla mucho porque viaja solo. Pero entiendo eso que dice de que no voy en búsqueda de un diálogo, de explicar las cosas como un diálogo. Si hay un logro que me gustaría alcanzar es poder transmitir con imágenes y sonidos más que con diálogos. O cómo contar a través de eso.
–¿Por qué?
–Porque entiendo que el cine son imágenes y sonidos. El cine es literatura y todo lo que quieras. Pero el interés por las películas que me atrapan más son las que cuentan no desde el diálogo sino desde lo visual.
–Tanto La libertad como Los muertos se sostienen con la filmación de una persona solitaria. ¿Cuál es el motivo de esta elección?
–No sé, porque si lo supiera no me daría curiosidad filmarlos. Lo que trato de hacer es buscar y probar cómo vive uno. Me parece que uno siempre está solo en cada decisión que toma y adonde vaya. Entonces, me atrapa más centrarme más en una persona, en una personalidad, en una mirada, en las manos, en la cara, que en muchas. A veces, concentrándome en una sola persona puedo hablar –si me sale bien– de muchas más.
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