Viernes, 26 de diciembre de 2008 | Hoy
VIDEO › EN 2008, LA INDUSTRIA SE ENFRENTó A VARIOS DILEMAS SIMULTáNEOS
Los cálculos hablan de una caída en los alquileres de entre el 20 y el 30 por ciento y el sector pelea contra esa pendiente apelando a la venta directa. El recurso no sólo alcanzó al cine: también le da forma a un interesante archivo televisivo.
Por Horacio Bernades
No sólo la piratería a gran escala pone en jaque a la industria del video legal, sino el hecho de que cualquier hijo de vecino puede bajarse de Internet lo que se le venga en gana (lo cual no está necesariamente mal; como en otras áreas, habría que empezar a distinguir entre consumo personal y tráfico y entre grandes, medianos y pequeños traficantes). Y ése no es sólo el panorama aquí, sino allá y en todas partes. Sumándole a ese cuadro la recesión globalizada (o la paranoia recesiva, que para el caso es lo mismo), se comprenderá que el fin de año no encuentre a las empresas del rubro descorchando champagne, lanzando serpentinas y bailando al ritmo de “La vida loca”. En tal caso, una sidrita de parados, de las más baratas. A hacer votos por el fin de la piratería, que una expresión de deseos no se le niega a nadie, y good show. Mientras siga habiendo show.
Entre un 20 y un 30 por ciento, de acuerdo con las estimaciones, habría caído el rubro del alquiler a lo largo de la temporada, pronunciando una pendiente que ya el año pasado se había dibujado con claridad. Es en ese ítem donde para la producción legal de devedés las desventajas se multiplican. Por un lado, el valor agregado y carga tributaria que cada disco lleva encima impiden llevar el costo del alquiler por debajo de los 10 pesos. Más o menos el mismo precio al que lo venden los “manteros”, vendedores ilegales que proliferan en cualquier vereda. Por otro lado, el negocio del video se rige por lo que se llaman “ventanas”, que prescriben un cierto tiempo para lanzar las películas, a partir del momento en que se estrenan en cines. Y los “manteros” no saben de ventanas. No sólo porque “trabajan” al aire libre, sino porque “estrenan” en DVD al mismo tiempo que en los cines.
Por poner un ejemplo, tres meses atrás, la nueva de Bond, Quantum of Solace, podía verse en la sala de un shopping céntrico, a unos $20 per cápita. Y si no, comprarse, a mitad de precio, en cualquier boliche trucho, de los que se alinean en la vereda de enfrente de ese mismo shopping.
A veces no hace falta ni cruzar la calle: “manteros” más audaces se instalan, en ocasiones, junto a la entrada misma de cualquier multicine, ofreciendo los mismos títulos que dan adentro. Habida cuenta de que este gigantesco negocio paralelo se carga al mismo tiempo al cine y al video, ambas ramas de la industria audiovisual fundaron, a fines de octubre, la más grande asociación antipiratería reunida hasta la fecha, que lleva por nombre Uacpi. Y que cuenta con el paraguas oficial, representado por el Incaa. Casi al mismo tiempo llegaba, a las primeras planas de los diarios, el dato de que uno de los principales traficantes de efedrina cuenta (o contaba) con un negocio paralelo. Sí, adivinó: la segunda línea de trabajo del señor Segovia era (o es) la fabricación trucha de CD’s y DVD’s. El dato transparenta un par de cosas: a) la reproducción ilegal de DVD no es un negocito de dos por cuatro, y b) los que la manejan no son pichis, precisamente.
Tal vez por esa razón, cada dos o tres meses se emprenden acciones antipiratería, se incautan miles de devedés truchos y se cierran locales... que unos días más tarde vuelven a abrir, como si nada. ¿Podrá la Uacpi vencer a estos émulos del capitán Sparrow, mucho menos inofensivos que él? El tiempo lo dirá. Mientras tanto, la venta directa está en condiciones de pelearla más que el negocio del alquiler. Sobre todo, cuando se ofrecen productos menos propensos al truchaje: algunos clásicos, ciertas producciones especiales, documentales. Y, más que nada, series del cable. Ese es uno de los rubros que, de un par de años a esta parte, mantiene un crecimiento sostenido. Eso permitió que a lo largo de 2008 la venta directa no sólo no se cayera, sino que en ciertas ocasiones creciera respecto de la temporada anterior.
Claro que a veces para producir un minishock de consumo las empresas debieron recurrir a ofertones de liquidación. Aunque sea por necesidad, debe encomiarse la decisión de ofrecer productos de primera a precios de segunda. Toda una tradición en otros países, que para los empresarios locales parecería casi herética. Y que ayuda a dinamizar enormemente el mercado, dándole gusto al consumidor y permitiendo que el fabricante renueve su fondo de catálogo. Vaya un hurra por eso.
Pero vaya también un buuuh bien fuerte para las empresas que deprecian su catálogo, llenándolo de telefilms de cuarta y subproductos de (infra)acción. Como si las animara la voluntad de hacer retroceder el estatus del video hasta su prehistoria, épocas en que el destino de la cinta magnética parecía reducirse a ser la clase Z del celuloide. La historia demostró, sin embargo, que podía aspirarse a más, mucho más, y las novedades que a lo largo de esta temporada aportó el DVD no hacen más que confirmarlo. Considérense los nombres de David Cronenberg (de quien se editó la inédita Spider), Terry Gilliam (Tierra de pesadillas), Sean Penn (Hacia rutas salvajes), John Sayles (Silver City), Michael Winterbottom (Todo corazón), George Clooney (Jugando sucio), Noah Baumbach (Margot y la boda), Neil Jordan (Valiente), Susanne Bier (Lo que perdimos en el camino) y Richard Kelly (Las horas perdidas) y se convendrá que, en términos de calidad, 2008 no fue un mal año.
A lo largo de los doce meses se editó buen y hasta muy buen cine de género. Empezando por El despertar de los muertos, de Joe Dante (incluido en la serie Masters of Horror), siguiendo por lo más nuevo de Dario Argento (La madre de las lágrimas) y sumándole una interesante ópera prima, Joshua, de George Ratliff. Se le hizo lugar a un documental como Procedimiento estándar, de Errol Morris –ganador de un Oso de Plata en el Festival de Berlín–, que estudia los vejámenes cometidos por las fuerzas yanquis en la cárcel iraquí de Abu Ghraib. Y también al más sofisticado cine asiático de acción, representado por El nombre de la venganza (Sympathy for Mr. Vengeance, de Park Chan-wook) y Exiliados, de Johnny To.
Se recuperó cine de calidad, presentado a veces en atractivos boxsets (los dedicados a las primeras películas de Jim Jarmusch, las cuatro Indiana Jones, las tres Jurassic Park, la edición especial de Invasión que acaba de editar malba.cine), en otras ocasiones en forma de colección (una de Jacques Tati, otra con las películas que Hitchcock filmó para la Universal, todas las que los hermanos Marx hicieron para la Paramount) y otras veces de a uno, como sucedió con un Scorsese inédito (Kundun), un Peckinpah legendario (Pat Garrett y Billy the Kid) o un Ferreri esencial (La gran comilona).
Aunque cada vez menos numerosa, la continuada edición de clásicos permite ir completando filmografías. Es lo que sucede con la de Orson Welles, redoblada, este año, con cuatro títulos de primera agua: desde Macbeth hasta la casi secreta Fraude, pasando por Raíces en el fango y Sed de mal. O la de Bergman, cuyo más destacado añadido de la temporada fue la edición de Persona, emprendida por el sello Epoca. Pero no sólo de cine vive el DVD, que en 2008 confirmó hasta qué punto puede devenir reservorio de la memoria televisiva. Véanse al respecto no sólo la colección completa de El Superagente 86, que a lo largo del año encaró AVH, sino también los boxsets editados por distintos sellos, rescatando para la circulación pública buena cantidad de perlas catódicas nacionales. Desde Viendo a Biondi hasta La Argentina de Tato, pasando por Caloi en su tinta, Los Simuladores, Hermanos y detectives y, faltaba más, el indispensable Peter Capusotto y sus videos, el formato empezó a funcionar como archivo abierto de la televisión criolla. Es de desear que ese motor no se detenga en 2009.
¿Qué deseos pueden formularse para el año próximo, sin cometer el pecado de desubicación? Llegado a su techo el formato DVD (a esta altura, todos los que podían comprarse una lectora ya lo hicieron), las empresas confían en el efecto dinamizador del Blu-Ray, que vendría a ser el primo rico de aquél. El 2009 pinta como el año del definitivo desembarque argentino para este formato técnicamente superador: lanzado el sello LK-Tel a su producción ya desde el 2007, en enero sale a la cancha AVH. Enseguida harán lo propio Gativideo y, seguramente, algún otro sello. Pero, a diferencia del accesible y popular DVD, el Blu-Ray es un producto de alta gama. Por lo tanto, de consumo minoritario y selectivo.
El Blu-Ray podrá representar un poco de respiro para las editoras, que verán sus ventas ligeramente incrementadas y podrán así compensar las pérdidas que producen la piratería, el copiado individual, el temor recesivo. Pero no tendrá efecto multiplicador. Ni ahora ni cuando los precios de lectoras y discos (hoy en día prohibitivos) empiecen a bajar de a poquito: de cada diez dueños de lectoras DVD, tal vez uno se compre una Blu-Ray. No más que eso. La otra esperanza tecno es el DVD 3-D: actualmente en pleno despegue global, la asombrosa tridimensión digital está volviendo a llevar público a las salas de cine en Estados Unidos y se supone que algo semejante debería ocurrir cuando el 3-D llegue al DVD. Pero eso no se vislumbra a corto plazo, ya que para ver en un monitor de televisión 3-D digital hay que diseñar previamente toda una tecnología ad hoc para incorporar al televisor. Y ese proceso está en pañales.
En 2010, con suerte, podrían empezar a lanzarse al mercado los primeros monitores 3-D y detrás vendrán los discos. Por ahora, a esperar. ¿Qué esperanza le deja la industria local al espectador interesado, para el año próximo y los siguientes? Si las editoras cuidan la calidad de las ediciones, si les suman valor agregado y multiplican reediciones, lanzamientos de colección y rescates de clásicos (y no tan clásicos), si no les pierden el tren a las novedades valiosas, si ofrecen producto nuevo y bueno a precios atractivos, quedan todas las esperanzas. Si bajan la puntería, si no seleccionan con criterio qué editar y qué no, si se generaliza la práctica de la berretización, si no se está dispuesto a correr ningún riesgo para ganarle la batalla a la tripulación del Perla Negra, lo único que harán las empresas de video será empujar al usuario a devenir duplicador casero. Después, que no protesten.
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