Sábado, 15 de agosto de 2009 | Hoy
VIDEO › PRIMERA ANTOLOGíA DE CINE MUDO ARGENTINO EN DVD
La edición de Mosaico criollo tiene el carácter de acontecimiento. La caja de tres discos contiene cuatro films de ficción, tres documentales, una docuficción, una breve miscelánea musical y un puñado de fragmentos de noticieros de la época.
Por Horacio Bernades
En noviembre de 1896, menos de un año después de la invención del cinematógrafo, el cine se echaba a rodar por aquí, mucho antes que en cualquier otro país sudamericano. Desde esa fecha hasta comienzos de los ’30 la producción local se prodigó en imágenes documentales, noticieros, entremeses musicales y films de ficción. Todos ellos mudos, claro. Clásico destino argentino, de toda esa producción se preservó... prácticamente nada. De allí que la caja de tres discos que ahora presentan el Incaa, el Museo del Cine y el gobierno de la ciudad tiene el carácter de un acontecimiento extraordinario. Se trata de la primera antología de cine mudo argentino en DVD (se prometen otras), lleva por título Mosaico criollo y contiene cuatro films de ficción, tres documentales, una docuficción, una breve miscelánea musical y un puñado de fragmentos de noticieros de la época (ver detalle aparte). Todos ellos fueron límpidamente curados, tratados y reconstruidos por un equipo de especialistas encabezado por Paula Félix-Didier, directora del Museo del Cine, y Fernando Martín Peña, director de la asociación Aprocinain.
Incluyendo un booklet de unas cien páginas escrito por especialistas y preciosamente musicalizadas por Fernando Kabusacki y Matías Mango, lo más antiguo que presenta Mosaico criollo es un par de operaciones quirúrgicas realizadas por el doctor Alejandro Posadas, toda una eminencia de la medicina argentina. Si el primitivismo de ambos fragmentos llama la atención (la cámara observa desde una única posición, excesivamente lejana) es porque se trata, efectivamente, de un material casi prehistórico: fueron filmados uno en 1899 y el otro al año siguiente. La cámara también tiende a quedarse inmóvil y alejada en alguna otra de las películas incluidas. Es el caso de Hasta después de muerta, extraña mélange de costumbrismo cómico y folletín luctuoso, que es de 1916. Lo que no le era ajeno es el recurso al flashback: toda ella es un largo racconto.
A su turno, los dramas camperos Mi alazán tostao (1923) y La quena de la muerte (1929), dirigidos por el consecuente pionero Nelo Cosimi, se animan a algunos inserts y planos más cortos. Mientras que José “El Negro” Ferreyra muestra, en esa suerte de tango paródico que es La vuelta al bulín (1929), por qué se lo considera poco menos que el Griffith argentino, variando ángulos, posiciones de cámara y tamaños de plano y montando con fluidez. El documental higienista La mosca y sus peligros combina estadísticas alarmantes y bizarría de Freaks, con sus dípteros “inmundos” (sic) pariendo cientos de larvas en vivo, y niños poliomielíticos andando con muletas, por culpa del insecto. Ficción actuada por los mismos indios que una década antes se habían alzado contra el hombre blanco, El último malón (1918) es lo más sorprendente de la colección, incluyendo escenas de acción que más de un western envidiaría.
La mala noticia es que Mosaico criollo se dirige exclusivamente al ámbito académico. Por lo cual el simple hijo de vecino que quiera comprarla o alquilarla se encontrará con que, al menos por el momento, no puede hacerlo: la caja irá a parar a estantes de bibliotecas, sin pasar por videoclubes.
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