El acto realizado el miércoles pasado en el cine Gaumont –del que Página/12 dio cuenta en su edición del jueves 29– confirmó que la lucha contra la piratería cobra cada vez más fuerza. Convocado por la Uacopi (Unión Argentina de Lucha contra la Piratería), el acto no sólo expresó la voluntad de resistir de todos los sectores afectados en forma directa por el comercio ilegal (cine, video, discos, libros) sino que además recibió el apoyo de personalidades de la cultura y de políticos y funcionarios. Algo que importa, en tanto lo que se está reclamando es una intervención directa y decidida del Estado, que ponga coto a la ilegalidad. Afiliados a la Unión de Trabajadores de Sociedades de Autores y Afines aportaron cantitos y bombos, personalidades como Leopoldo Federico se hicieron presentes, otras (Susana Rinaldi, Roberto Cossa, Carlos Sorín, Atilio Stampone, el diputado Julio Piumato) hicieron llegar su adhesión e invitados especiales (entre ellos, Juan José Campanella) expusieron sobre el comercio ilegal. Se leyó, como cierre, una declaración firmada por todas las entidades convocantes, que incluyen instancias oficiales (como el Incaa), asociaciones de todas las ramas de la cadena productiva y entidades sindicales. “El crecimiento del comercio ilegal pirata ha puesto al borde de la desaparición la actividad del video hogareño, las disquerías y pone en peligro a la del cine”, dice el comunicado. “Ello ocurre ante los ojos de gobernantes, legisladores, jueces y funcionarios de todos los ámbitos”, denuncia luego, en uno de los párrafos más duros. La declaración finaliza solicitando “el pronunciamiento expreso de las autoridades de gobierno de no tolerar el comercio ilegal pirata”. Sin embargo, al mismo tiempo que el acto tenía lugar, miles de copias truchas de El secreto de sus ojos –película que hasta ahora había logrado mantenerse a salvo de la piratería– inundaban veredas y quioscos de Buenos Aires: cara y cruz del problema.