VIDEO › BRüNO, CON EL IRREVERENTE SACHA BARON COHEN
Gay, frívolo hasta la idiotez pero también nazi, el nuevo personaje del creador de Borat se define a sí mismo como “el hombre más genial de Austria después de Hitler”. Pero la provocación auténtica a veces cede a los peores vicios de la tele basura.
› Por Horacio Bernades
Surgido de la televisión, en sus mejores momentos Sacha Baron Cohen (Londres, 1971) usa a sus personajes como agentes de provocación, catalizadores de una química sucia. En los peores está casi al nivel de las cámaras-sorpresa de Tinelli o de las joditas de los movileros de Caiga quien caiga. Esto se advertía ya en Borat (2006), que Baron Cohen coescribió, motorizó y protagonizó, y se agudiza en Brüno, que lo reúne con el mismo equipo de coguionistas y realizador de aquélla. Rodeado de los escandaletes de rigor (Borat provocó una queja oficial del gobierno de Kazajistán, en ésta más de uno amenazó con demandas) y tras un amague frustrado de estreno en salas, en Argentina Sony Pictures acaba de lanzar Brüno en DVD.
La diéresis es porque Brüno es austríaco. Austríaco, gay, frívolo hasta la idiotez y, por lo que puede verse, nazi. “Por segunda vez en el siglo el mundo rechaza al hombre más genial de Austria”, dice de sí mismo, cuando en la televisión europea cancelan su programa de modas, después de una metida de pata. Casi tan deprimido como Zoolander, Brüno hace lo que Borat: parte a Estados Unidos, buscando un lugar en el show business yanqui. Como a Borat cierto productor gordo, a Brüno también lo sigue, como perrito faldero, un ayudante-esclavo, que lo venera casi tanto como el pueblo alemán a Hitler, en los años ’30. Con la diferencia de que a éste, el sadomaso le da por el lado más clásico: cuero, tachas, látigo y cadenas. En USA y con la intención de llegar al dorado mundo del espectáculo, el blondo Brüno entrevistará productores, hará pruebas de actuación, intentará vender un programa. Cuando todo esto no funcione, saldrá disparado a Medio Oriente, con la intención de ponerle fin al conflicto entre israelíes y palestinos.
Como puede verse, Brüno es Borat, sin mostacho y platinado. También se repite, desde ya, el dispositivo de falso documental, de manera de poder escrachar libremente a tirios y troyanos. En ocasiones esto da resultados sumamente graciosos, como cuando Brüno se compra un bebé negro en Africa, para competir con Madonna y Angelina Jolie. O cuando se va a hacer beneficencia en el continente negro, argumentando que “George Clooney tiene a Darfur, Sting el Amazonas, Bono el sida...” O cuando se pasea en Israel por la calle, vestido de hassidim pero con hot pants (todo de negro ortodoxo, por supuesto). O cuando se reúne con el líder de un grupo terrorista musulmán y le dice, con gestito de Aníbal Pachano, que “Al Qaida es taaan 2001...”
Otras veces las bromas dan un poco de vergüenza ajena, por su gratuidad, como cuando Brüno cita en su casa a la cantante Paula Abdul y la hace sentarse sobre unos “espaldas mojadas”. El mayor problema de la película dirigida por Larry Charles es, sin embargo, que muchos de esos gags (la mayoría) dan toda la sensación de ser montados para la ocasión. Lo cual echaría todo el edificio abajo, lisa y llanamente.
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