Jueves, 23 de diciembre de 2010 | Hoy
VIDEO › BALANCE DE LA TEMPORADA 2010, MARCADA POR EL CIERRE DE BLOCKBUSTER
El video-on-demand, las bajadas caseras de Internet y, sobre todo, la piratería generalizada le dejaron poco margen a la industria del DVD. Pero entre las ediciones de colección y los boxset, hubo también lanzamientos directos dignos de celebrar.
Por Horacio Bernades
Tres meses atrás, la casa matriz de Blockbuster, sin posibilidades de afrontar una deuda de casi mil millones de dólares, se declaró en quiebra en Estados Unidos, arrastrando al cierre a decenas y decenas de sucursales en el mundo entero. Incluidas las de Argentina, algunas de las cuales fueron tomadas por sus empleados, en reclamo de sueldos atrasados que será difícil cobrar. Tratándose de la mayor cadena de alquiler de VHS en los ’80 y de DVD a partir de los ’90, es fácil percibir que la caída de Blockbuster está señalando la de toda una época. La época en que buena parte de la población mundial se abastecía de material fílmico en locales especializados. El video-on-demand, las bajadas caseras de Internet y, sobre todo, la piratería generalizada son los tres jinetes del Apocalipsis para la industria del devedé, tal como la conocimos hasta ahora. La que conozcamos de aquí en más será otra, o no será.
¿Será una sobrevida, entonces, la que el medio está viviendo desde el año pasado, la que vivirá de aquí en más? Confrontar la curva de (de)crecimiento del mercado legal con la del “informal” lleva a pensar que sí. A lo largo del último lustro, el primero decreció en más de un 40 por ciento, mientras el segundo creció un ciento por ciento, llegando a concentrar, al día de hoy, el 80 por ciento de las ventas totales. Los controles oficiales, que los representantes de la industria vienen reclamando desde hace años, siguen siendo perezosos y tampoco hay miras de que se reduzca la carga impositiva para el rubro, otro reclamo histórico de la industria. Aun así, el reclamo no cesa. El mes pasado, la Unión Argentina de Videoeditores y el gremio que agrupa a los trabajadores del medio hicieron una presentación ante la Jefatura de Gabinete. Hace quince días, la UAV y la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas (presidida por Juan José Campanella, a quien una publicación especializada acaba de consignar como el personaje más poderoso del medio) subieron la apuesta y se dirigieron directamente a Presidencia de la Nación, en espera de respuesta.
De un alto poder simbólico en razón de su tamaño, la quiebra de Blockbuster asoma como la frutilla en el ácido postre del cierre generalizado de videoclubes. Se impone la autorreferencia: en busca de datos y cifras para esta nota, el cronista llamó a los videoclubes de primera línea, a los que todos los años suele consultar. En la mayoría de los casos, la única respuesta fue la de un contestador automático, informando que “el número que usted marcó es incorrecto o ha sido desconectado”. De las dos ocasiones en que le respondió una voz humana, una fue para informar que lo que alguna vez supo ser un videoclub ahora es una suerte de tienda de ramos generales, donde todavía pueden conseguirse algunos devedés que les quedan. “Hay que irse a Uruguay”, sueñan en algunas editoras, y no porque Jaime Roos esté por dar un megashow de fin de año. ¿Qué pasa, que el país de Diego Forlán se convirtió de pronto en una Meca para las editoras? Lejos de cerrar, las tres sucursales de Blockbuster en Montevideo siguen trabajando con muy buena rentabilidad, a la cabeza de un mercado en pleno crecimiento.
¿Ese “milagro celeste” no será en verdad una mera posposición de la debacle, producto de un retraso de desarrollo? Tal vez, pero lo cierto es que la salud del mercado del devedé uruguayo reconoce un par de razones muy concretas, que gente del medio señala como ejemplo a imitar. Por un lado, la piratería es reducida allí. Por otro, en septiembre del 2008 el estado pre-Mujica prestó oídos a los reclamos y eliminó todos los impuestos que gravaban la industria del video, igualándola con otros consumos culturales y acortando así el margen de pérdida empresaria. “No pedimos privilegios delirantes, sino que al CD y al DVD se les dé el mismo trato que reciben el cine, teatro, libros y revistas, ninguno de los cuales paga IVA”, especifica un representante del medio. “El tema es que las leyes vigentes parecerían concebir a algunos consumos culturales como consumos, y a otros como culturales”, completa.
“Un libro de autoayuda escrito por cualquier estrellita del espectáculo no paga IVA, una ‘obra’ de Ricardo Fort tampoco. El último disco de Bob Dylan o la última película de Jim Jarmusch sí pagan. ¿No es un poco incoherente?”, se pregunta otra reconocida figura del medio. Tras haber presenciado el año pasado la caída de dos de sus mayores firmas (Gativideo y LK-Tel, representantes de varias de las majors estadounidenses), no sería raro que el negocio del video mostrara, a lo largo de 2011, una pronunciada tendencia al achicamiento por parte de las empresas sobrevivientes. Con el Blu Ray en el freezer, si algo creció a lo largo de la temporada fue la venta directa. Ese crecimiento se explica por las ventajas competitivas que ese rubro está en condiciones de ofrecer frente al comercio pirata, por riqueza de catálogos y adecuadas presentación y packaging. Así lo demuestran tanto las ediciones de colección como los boxsets y ediciones especiales, tanto de clásicos reeditados como de series del cable.
Por lo demás y milagrosamente, aunque las editoras hayan reducido sensiblemente su volumen de lanzamientos, sigue habiendo directos a DVD dignos de celebrar. Difícil que el mantero de la esquina tenga la última de Jarmusch, para mantener el ejemplo mencionado más arriba. O el volumen 2 de la antología de cortos de animación de Caloi en su tinta. O En la Luna, exquisita ópera prima de Duncan Jones. O Bienvenido a Woodstock, de Ang Lee. O El fantástico Sr. Zorro, de Wes Anderson. O Mala noche, rescatada ópera prima de Gus Van Sant. O El desinformante, de Steven Soderbergh. O la última de Michael Moore. O Donde viven los monstruos, de Spike Jonze. O Boarding Gate, de Olivier Assayas. O Acantilado rojo, de John Woo. O las indies Mi adorable ladrona, Un amor de verano y Noche macabra. Todas ellas, y unas cuantas más, fueron lanzadas a lo largo del año (ver recuadro “Las 10 mejores”), por las editoras de video que aún dan batalla. Eso sí: si no quedan videoclubes donde alquilarlas, va a ser complicado ver tanto estas películas como las que vengan.
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