Sáb 19.11.2011
espectaculos

VIDEO › LOS RESISTENTES, DOCUMENTAL DE ALEJANDRO FERNáNDEZ MOUJAN

Vivir para volver a contarla

La película reconstruye diez años de historia, la que va del ’55 al ’65, a través de una polifonía de voces. El director deja hablar a hombres y mujeres peronistas, hoy veteranos, que se manifiestan como grandes narradores orales, transmisores de un tiempo épico.

› Por Horacio Bernades

A uno de más de 70 le dicen “el pibe”, porque eso era cuando se unió a los primeros grupos. El y los demás tienen muchas ganas de recordar tiempos de coraje y de caños. Se expresan con transparencia, aunque a veces la memoria o la biología les jueguen una mala pasada. Usan palabras como célula, miguelito, tabicamiento, fulminantes (en referencia a la pólvora). Son los primeros resistentes del peronismo. Los que cuando se enteraron de que estaban bombardeando la Plaza de Mayo, en lugar de rajar fueron corriendo hasta allí. Los que cuando cayó Perón no bajaron los brazos. Los que en junio del ’56 se sumaron al general Valle para intentar lo imposible. Los que se opusieron al propio Perón, cuando llegó a un acuerdo con Frondizi. Los que no guardaron los retratos de Evita o el General ni cuando estaban prohibidos. Los que aprendieron a armar explosivos caseros, los que participaron de actos de sabotaje, los que pintaron “Perón vuelve” cuando a Perón no podía ni nombrárselo. Son, en una palabra, Los resistentes, y ése es el título del documental de Alejandro Fernández Moujan que acaba de lanzarse en DVD, después de pasar por el DocBsAs, la sala del Malba y la pantalla de Incaa TV.

“Primero pintamos ‘Perón vuelve en el ’57’, después en el ’58 y el ’59”, recuerda una señora de blusa floreada. “Ahí, como Perón no volvía, Lizaso nos dijo que era mejor pintar ‘Perón vuelve’ sin dar fechas, para no quemarnos.” “Yo tendría 15 años, estaba jugando a la pelota, cerca de mi casa, y vi pasar las columnas, con gente cantando ‘Queremos a Perón...’”, cuenta con una sonrisa Julio Morresi, papá de Claudio, el que jugó en Huracán y River, y de Norberto Julio, que está desaparecido. “Agarré y me sumé. Yo vivía en Parque Patricios y terminé llegando a Plaza de Mayo, con toda la gente. Era el 17 de octubre. Cuando llegué a casa mi viejo me quería matar.” “Mi viejo agarró y me dijo: ‘La Resistencia te necesita...’”, hace memoria otro. “Qué me iba a necesitar, si yo era un pibe. Pero qué le iba a decir, si era mi viejo. De ahí en más, en la mesa no se hablaba del tema. Yo no le contaba a él con quiénes me veía y él tampoco me contaba a mí.” “Las reuniones se hacían en las cocinas de las casas o en las plazas”, dice otra señora. “Yo recibía los mensajes en clave, que venían de Paraguay primero, de Panamá después, más tarde de España, y después se los comunicaba a los compañeros, también en clave”, recuerda un señor muy anciano en Tafí Viejo, Tucumán. “Nosotros poníamos bombas, éramos terroristas”, se ufana, sin perder la calma, una señora de unos 120 kilos. “Basta con eso de que éramos nenes de pecho, que nunca hicimos nada.”

Huevos, espontaneísmo, explosivos caseros, nulas medidas de seguridad: más ingenuos que lo que vino luego, estos obreros, gente de oficio y amas de casa no tomaban las armas con cálculo. Sólo con una natural disposición. Disposición para la aventura. Los mensajes clandestinos, las frases en código, los “fulminantes” que viajan en jangada, los encuentros en la noche, las “molos” en un bolsito: todo evoca las películas de la época, el romanticismo armado, antes que una táctica y estrategia académica para la toma del poder. Todo evoca, sobre todo, a los amigos, el barrio, las calles, las casas, el adoquín de la mayor novela de aventuras argentina, El Eternauta, sobre cuya condición alegórica y política Los resistentes termina de despejar el último resto de duda. Dialogando en ocasiones desde detrás de cámara, Alejandro Fernández Mouján (realizador de la extraordinaria El pulqui, un instante en la patria de la felicidad) comprende varias cosas esenciales. Comprende que tiene frente a sí a los últimos restos de un tiempo heroico. Comprende que lo mejor que puede hacer es dejarlos hablar, para reconstruir diez años de historia (la que va del ’55 al ’65) mediante una polifonía de voces. Comprende, finalmente, que esos hombres y mujeres veteranos son grandes narradores orales, y en esos casos no hay mejor cosa que dar la palabra.

Subnotas

(Versión para móviles / versión de escritorio)

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS rss
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux