Sábado, 29 de abril de 2006 | Hoy
VIDEO › “SERENITY”, DE JOSS WHEDON
El guionista de Alien: Resurrection, Máxima velocidad y Toy Story se prueba como director con una aventura de ciencia ficción que abreva en el western y en el cine de artes marciales.
En guerra contra la mismísima Alianza Universal, viajando de planeta en planeta para ocultarse de su malévola persecución, librando batallas cuerpo a cuerpo o nave a nave, si de algo no gozan los protagonistas es de serenidad. Serenity es, sin embargo, el nombre de su embarcación espacial. Ese es también el título de la primera película dirigida por Joss Whedon –creador de series como Buffy, la cazavampiros y su spin off, Angel– que en la Argentina el sello AVH acaba de lanzar en video. Serenity es la versión en pantalla grande de otra serie, Firefly, cuya continuidad en el aire (o en el espacio, tratándose del caso) fue abortada por la señal Fox, tras sólo once episodios y a pesar del fuerte fenómeno de culto que generó en su momento. Teniendo en cuenta que de la tele al cine pasó también en su momento Viaje a las estrellas, cabe preguntarse si Whedon será acaso el Gene Rodenberry del siglo XXI. La respuesta, en próximos episodios. O películas.
Escrita y dirigida por Whedon –cuyos antecedentes incluyen participaciones en los guiones de Alien: Resurrection, Máxima velocidad y hasta la mismísima Toy Story–, la proliferación de tramas y subtramas y lo infrecuentemente conversada que es Serenity revela que es la escritura lo que más le tira a su creador. Con efectos especiales no precisamente ultrasofisticados y un elenco en el que los nombres más conocidos son los del magnífico Chiwetel Ejiofor (el morocho de Melinda y Melinda y El plan perfecto, entre otras) y el muy simpático Adam Baldwin (que no es pariente de Alec, Daniel, William o Stephen), Serenity es un pastiche –entretenido y sin mayores pretensiones– en el que la ciencia ficción convive con el western, las artes marciales y hasta algún saludo a Las mil y una noches. Complicado entramado, todo sucede allá por el siglo
XXVI, cuando la Alianza rige los destinos del universo, con una malignidad propia de aquel Imperio que alguna vez imaginó George Lucas.
El canon impone que si hay Imperio tiene que haber rebeldes. Y los rebeldes son, claro, los tripulantes de Serenity. Ex soldados de alguna batalla galáctica perdida, el capitán Mal y su gente se dedican actualmente a robar por los planetas. Pero terminarán combatiendo al Mal, por culpa de una chica llamada River Tam. Hermana del médico de la nave, River no es un personaje cualquiera. La chica es vidente. Es por ese motivo que la maquiavélica Alianza (representada por Chiwetel, dueño de la mejor voz y fraseo del cine contemporáneo, después de Morgan Freeman) la quiere de su lado. Eso no es todo: la Alianza entrenó a River como Arma Secreta y el poder de la muchacha –de aspecto engañosamente melancólico y quebradizo– reside en sus asombrosos giros, trompadas y patadas, que hacen de ella una verdadera Jet Li femenina. La Alianza está en condiciones de controlarla a distancia, mediante una palabra clave. La palabra es “Miranda”. Aunque desde la Argentina suene a cita pop, Miranda –en la ficción propuesta por Whedon– es un planeta perdido. Y es allí, en ese culo del universo, donde aliancistas y rebeldes librarán la batalla final.
Hay además hologramas parlantes, virtualidad manipulada por los maquiavelos de la Alianza, una horda de antropófagos llamados Reavers, dos gemelos que aparecen en una única escena... Y, además, memorias implantadas al más puro estilo Philip K. Dick, un wizard de la programación llamado Mr. Universe –que vive en pareja con una muñeca rubia (literalmente una muñeca)–, una princesa miliunanochesca, héroes que llevan cartucheras de western... ¿Demasiado para sólo dos horas de película? Bueno, recuérdese que esto fue originalmente una serie y que Mr. Whedon evidentemente funciona por acumulación y acarreo.
Es verdad que en más de una ocasión los abundantes diálogos (posible herencia televisiva, donde todo suele ser más conversado que en el cine) incurren en frases como “Escribir la historia es ocultar la verdad”. Pero la atropellada superposición de tramas, personajes e influencias, sumada a la simpatía de Baldwin (que hace de un hombre de acción pragmático y de pocas palabras), la amabilidad del carilindo Nathan Fillion (Mal, capitán de la tripulación), la voz de Ejiofor y el aspecto sufrido y enfermizo de Summer Glau (la vidente) arman un pastiche que logra no ser indigesto. Pulp fiction, que le dicen...
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