Sábado, 17 de marzo de 2012 | Hoy
VIDEO › UNA VIDA MEJOR, CON DIRECCION DE CHRIS WEITZ
El film recoge referencias del clásico italiano Ladrones de bicicletas, en este caso con padre e hijo saliendo a recuperar, juntos, un camión recién comprado y ya robado. En esta suerte de “drama social” se luce el mexicano Damián Bichir haciendo de “espalda mojada”.
Del Kodak Theatre al DVD, sin escalas. El mes pasado, el sello AVH editó Beginners, la película por la cual Christopher Plummer viene de ganar el Oscar al Mejor Actor de Reparto y que en la Argentina no llegó a las salas de cine. Ahora le toca al sello Transeuropa lanzar A Better Life, por la cual el mexicano Damián Bichir compitió (con todas las de perder, teniendo en cuenta que debió vérselas con Jean Dujardin, George Clooney, Gary Oldman y Brad Pitt) en la terna correspondiente a Mejor Actor Protagónico. Miembro de una familia de actores, Bichir había aparecido en películas como Perdita Durango, Santitos y ese exitazo mexicano que fue Sexo, pudor y lágrimas, antes de ser nada menos que Fidel Castro en las dos Che de Steven Soderbergh. Con dirección de Chris Weitz (cuya elíptica trayectoria lo llevó de American Pie a ésta, pasando por Un gran chico, La brújula dorada y Luna nueva, de la serie Crepúsculo), A Better Life es lo que podría llamarse “drama social”, con Bichir haciendo de “espalda mojada”. Transeuropa acaba de lanzarla con el obvio título Una vida mejor.
Lo raro es que no le hayan puesto de título La troca. O, si se quería explicitar su carácter de paráfrasis, Ladrones de trocas. Venderle la troca es lo que al protagonista, el jornalero Carlos, le ofrece su compadre, Blasco. Pero, ¿qué cuernos es una troca? Un camión. ¿Por qué entonces troca, y no camión? Por asociación sonora con truck: ya se sabe que los hispanohablantes en Estados Unidos suelen inventar palabras que no existían previamente en ninguno de ambos idiomas. El idioma en que se habla es todo un tema en Una vida mejor. Radicado desde hace tiempo en Los Angeles, Carlos habla fluidamente el inglés. Pero cuando puede lo hace en español. No es el caso de su hijo Luis, que tomó la lengua del país adoptivo, llegando al punto de no siempre entender la de sus mayores. Teniendo en cuenta que la oposición de fondo entre padre e hijo es la que va del hombre ético al joven no tanto, bien podría asociarse la cuestión del idioma con cierta vulgata moralista, referida a la pérdida de raíces, de la propia lengua, etcétera.
No se requiere una gran perspicacia para advertir en Una vida mejor una trasliteración de Ladrones de bicicletas, con padre e hijo saliendo a recuperar, juntos, el camión recién comprado y ya robado. El intento de rescate sirve para unirlos. Hasta ese momento, si algo no quería Luis era repetir el destino del padre, prefiriendo oír el llamado de sirena de los miembros de las clicas (las pandillas mexicanas). Oposición clásica del cine de minorías, la que opone trabajo (o estudio) y crimen, y que puede rastrearse desde películas como Boyz n the Hood hasta American Me, de Edward James Olmos. Dos luces rojas se prenden bien fuertes en Una vida mejor. Una la enciende la referencia a la madre de Luis, que los abandonó para devenir en la mala de la película. La otra remite a los salvadoreños, vistos aquí como una manga de chorros. De ese origen es el trabajador que traiciona la confianza de Carlos, a pesar de las advertencias de su hijo en contra de la gente de ese origen. ¿Cómo habrá reaccionado la comunidad salvadoreña frente a esta película? La pulida fotografía del vasco Javier Aguirresarobe y, sobre todo, la sentida, honesta, nada lacrimógena actuación de Bichir tal vez ayuden a disipar, aunque sea en parte, el mal olor de esas referencias.
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