Sábado, 17 de marzo de 2012 | Hoy
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Esta película de hace un par de años narra el ascenso y caída de un lobbysta llamado Jack Abramoff, que en tiempos de George W. Bush aprovechó sus contactos con el republicanismo y la Casa Blanca para vender presuntos favores políticos y alcanzar a cambio el paraíso high-life que ambicionaba. Con Kevin Spacey, Barry Pepper y Jon Lovitz haciéndose una fiesta en los papeles de Abramoff, su Sancho Panza y un chanta impresentable, la película acierta al elegir un punto de vista que recuerda el de Buenos muchachos. Esto es: disfrutar durante un par de horas con la falta de escrúpulos, exuberantes artimañas y desaforado arribismo de estas irresistibles aberraciones humanas, en lugar de apuntar sobre ellos el dedo tonto de la moralina.
Remake de un poco conocido y muy apreciado telefilm británico de los ’70, este pequeño cuento de terror, producido por Guillermo del Toro, narra una historia clásica, haciéndose fuerte gracias a los extraños monstruitos que la habitan. Una niña que no lleva del todo bien el segundo matrimonio de su padre se muda, junto a éste y su nueva esposa, a una alejada mansión. Allí, sus fantasmas internos se corporizarán bajo la forma de unos bicharracos que son como ranas peludas con patas de araña, y tienen la costumbre de alimentarse con huesos y dientes de niños. La clave del éxito de No le temas a la oscuridad es que estos homínidos son tan amenazantes como atractivos. Y ligeramente ridículos. Como todo monstruo que se precie.
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