VIDEO › CUANDO EL AMOR ES PARA SIEMPRE, DE GUS VAN SANT
El fantasma de la muerte joven es recurrente en el cine del autor de Elephant y aquí reaparece en la relación entre un chico huérfano y una chica paciente terminal. Pero Van Sant nunca permite que la melancolía se le ahogue en un mar de lágrimas.
› Por Horacio Bernades
La melancolía que recorre la obra entera de Gus Van Sant tiene una peculiaridad: no la originan la vejez, el tiempo pasado, las oportunidades perdidas, sino, por el contrario, la juventud, la interrupción del futuro, aquello que ya no se vivirá. De allí que se exprese frecuentemente bajo la figura de la muerte joven, obsesión que asuela el cine del realizador de Portland desde sus comienzos. Algunos ejemplos: Mi mundo privado, Elephant (que reconstruía la masacre de la Universidad de Columbine) y Last Days, donde el realizador de Drugstore Cowboy narraba los últimos días de Kurt Cobain, uno de los máximos iconos contemporáneos de la muerte temprana. En su origen una obra de teatro sobre la relación entre un chico huérfano (condición que, en términos concretos o simbólicos, todos los héroes de Van Sant suelen tener) y una chica paciente terminal, Restless parecía escrita para él. Tal vez por eso el realizador de Milk terminó filmándola. Presentada internacionalmente el año pasado como apertura de la paralela de Cannes Un Certain Regard, Sony Video acaba de lanzar Restless con el título –¡ay!– Cuando el amor es para siempre.
“Lo que me atrajo fue su simplicidad”, dice Van Sant sobre el guión escrito por el joven de origen asiático Jason Lew, que llegó a sus manos a través de Bryce Dallas Howard. Casi al mismo tiempo, la pelirroja actriz de La aldea, Más allá de la vida e Historias cruzadas convenció a su padre Ron (el realizador de Cocoon, Apolo 13 y El código Da Vinci) de coproducirla junto a ella, así como a Van Sant de dirigirla. “Como en los films de la nouvelle vague, la historia se concentraba únicamente en los protagonistas, sin preocuparse por subtramas”, entró en detalles Van Sant cuando la presentó en Cannes. Interpretada por Mia Wasikowska (la Alicia de Tim Burton) y Henry Hopper (hijo de Dennis), Enoch y Annabel viven en una zona rural que es una vez más, como en nueve de cada diez películas del realizador, Portland, Oregon. Que Enoch y Annabel se conozcan en un funeral no es raro. Sobre todo en el caso de él. Tal vez debido a su condición de huérfano, Enoch no es de colarse en fiestas, sino en velorios y entierros. “Trabajo como enfermera en un centro para niños cancerosos”, le cuenta Annabel, antes de reconocer que no es enfermera sino paciente del hospital. Y que le quedan tres meses de vida.
Como de costumbre, Van Sant no permite que la melancolía se le ahogue en un mar de lágrimas, aunque sea ésta la ocasión en que debe remontar las olas más altas. Antes que la peor enemiga, la muerte es parte de la vida en Restless, como lo es seguramente en toda la obra del realizador. Las noticias de los médicos nunca son alentadoras y sin embargo Annabel las recibe con la mayor dulzura, ocupándose incluso de tranquilizar a su madre y hermana. “Aquí estoy, sigo muriéndome”, responde, cuando le preguntan cómo anda. Enoch, por su parte, suele jugar a la batalla naval con Hiroshi, su amigo kamikaze. Kamikaze literal: vestido con el uniforme imperial, Hiroshi es el fantasma de un soldado japonés, que perdió la vida durante la Segunda Guerra. Aunque el realizador mencione como referencia a la nouvelle vague, es el fantasma de Friedrich Murnau el que, como el de Hiro-shi a Enoch, parece acompañarlo aquí. Sobre todo, el Murnau de Amanecer (1927), donde la historia de amor daba lugar a lo que de allí en más se conoce, en cine, como poema visual.
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