VIDEO › “CALLES VIOLENTAS”
Wong Kar-wai rodó en 1988 esta película de gangsters, a la manera hongkonesa.
› Por Horacio Bernades
Tal vez haya sido la intención de repetir el éxito de A Better Tomorrow –trilogía gangsteril que consagró a John Woo– lo que hacia fines de los años ‘80 llevó a un guionista de menos de 30 años, nacido en Shanghai y radicado en Hong Kong desde muy pequeño, a escribir una saga criminal en tres partes. La primera parte la filmó él mismo, la segunda nunca llegó a concretarse y la tercera terminó en manos de otro. El puntapié inicial de esa trilogía inconclusa se conoció en inglés como As Tears Go By y logró el éxito de público al que aspiraba. Más importante que eso, representó el debut de uno de los grandes nombres del cine asiático e internacional de las últimas décadas: el de Wong Kar-wai. Estrenada en Hong Kong y toda Asia en 1988, la semana próxima el sello SBP estará lanzando As Tears Go By, dentro de su excelente colección de cine de acción oriental, rebautizada como Calles violentas.
Título que juega con el del celebérrimo leit motiv musical de Casablanca, “As Tears Go By” es una de las películas más atípicas de su autor (la otra es Ashes of Time, saga de artes marciales de mediados de los ’90). La razón de la atipicidad es que se trata de films de género, realizados por quien quedaría asociado a fuego con el cine de arte. En el caso de Calles violentas se trata del género de gangsters, a la manera hongkonesa. En otras palabras, una película rociada de estallidos de violencia, ultraestilizados y operísticos. Como en A Bullet in the Head, película posterior de John Woo, hay un trío protagónico, integrado aquí por hermanos. Todos ellos son miembros del hampa de Mongkok, barrio pesado donde Wong Kar-wai vivió un tiempo y, según se cuenta, habría hallado inspiración para la película. El hermano mayor, Ah Wah (Andy Lau, superestrella del cine hongkonés, visto recientemente en Ayer otra vez, de Johnny To) vive cuidándole las espaldas al del medio, Fly, que no para de meterse en problemas (Jackie Cheung, que John Woo usaría como uno de los protagonistas de A Bullet in the Head).
Algo disuelta la figura del hermano menor, la otra línea de fuerza la aporta la gran bella del cine hongkonés y actriz fetiche del realizador, Maggie Cheung, en su primer papel dramático de importancia. La protagonista de Con ánimo de amar es aquí Ngor, prima de Ah Wah, que llega de una isla de la periferia para vivir un tiempo en la ciudad, para atenderse de una enfermedad respiratoria. Y que se enamora, claro, de su primo. Como el propio Ah Wah, en su opera prima a Wong Kar-wai se lo nota tironeado entre el deber y el placer. El deber es cumplir con lo que se espera de una película de género, dándoles espacio a las guerras de pandillas, los enfrentamientos callejeros, las rivalidades viriles. El placer, contar una historia de amor que el tiempo y las circunstancias condenan a la fugacidad. Como todas las de sus películas posteriores, desde la siguiente Days of Being Wild (1990) hasta la más reciente, The Blueberry Nights, presentada en Cannes hace cuestión de meses.
Para “la película de acción”, el realizador de Happy Together recurre como modelo dramático a Calles peligrosas, de Scorsese (el título local Calles salvajes calza perfecto), focalizando en un pandillero que abraza la violencia sin estar del todo convencido (allí el personaje de Harvey Keitel, aquí el de Andy Lau) y otro que la practica como forma de incinerarse vivo (allí De Niro, en este caso Jackie Cheung). Aunque una mirada atenta pueda percibir cierta incomodidad por parte del director, las secuencias de acción, narradas con abundancia de planos y diversidad de velocidades, le hacen honor al cine hongkonés de la época. Al menos en lo que hace a su concepción, porque la mecánica misma del montaje –producto seguramente de la falta de experiencia previa– no siempre está a la altura de lo que se planificó.
Pero son todas las formas del melodrama romántico las que permiten que la sensibilidad del creador de 2046 aflore a pleno. Wong Kar-wai posterga el primer encuentro amoroso, desune a los amantes y los vuelve a reunir, se detiene sobre sintomáticas cortinillas que separan y filma ómnibus que pasan, con tanta insistencia que los torna en metáforas de lo que se va. Intensifica los momentos de éxtasis erótico, lanza arrestos musicales en las escenas románticas y acude a un tema pop (“Take My Breath Away”) como presagio de la tristeza que sobrevendrá, del mismo modo en que lo haría más tarde, recurriendo a The Mamas and the Papas, Nat King Cole o The Turtles. La de As Tears Go By es una sensibilidad que asoma, entre los pliegues del compromiso profesional.
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