VIDEO › “UNA ISLA EN LA CORRIENTE”, MAÑANA CON PAGINA/12
La quinta entrega de la serie de DVD dedicados a la historia cubana focaliza en los emigrados a Miami, los balseros y las presiones estadounidenses al país.
› Por Karina Micheletto
La historia de la Revolución Cubana, uno de los hitos apasionantes de la modernidad, ha sido narrada por uno y mil relatos, pero quedan –sin embargo– momentos e imágenes poco difundidos. La colección Cuba: caminos de la revolución, que presenta mensualmente Página/12, ofrece una serie de testimonios audiovisuales en siete DVD, en una reconstrucción hasta ahora inédita en la Argentina, con imágenes de archivo desconocidas, documentales de la época y testimonios de los principales protagonistas. En el quinto capítulo de esta colección, Una isla en la corriente, que se presenta con la edición de mañana del diario, el foco está puesto en los conflictos del exilio durante el proceso revolucionario: los batistianos en fuga y la colectividad de Miami, los marielitos y los balseros y el caso del niño Elián. El material extra descubre un capítulo poco recordado de este conflicto: la llamada Operación Peter Pan, que llevó al exilio norteamericano a más de 14 mil niños cubanos, separándolos de sus padres, en algunos casos para siempre.
Una isla en la corriente presenta un recorrido en forma cronológica, comenzando por el primer gran éxodo, entre 1959 y 1962, aquel que consolidaría en Miami el primer núcleo anticastrista fuerte (gusano, aunque la corrección política del tono elegido nunca aluda a esa palabra). El noticiero cubano rescatado se detiene en imágenes de curas y monjas abordando aviones: “Hicieron una Pastoral contra la Revolución, pero nunca contra Batista”, dice la voz grave de época. El relato avanza hacia 1963, cuando se consolida el bloqueo económico contra Cuba y aparece la figura del balsero, el exiliado ya no político, sino económico, y el puerto de Camarioca en 1965.
Algunas imágenes del Archivo Histórico del Instituto de las Artes e Industrias de Cuba y de noticieros de la época sorprenden por su valor testimonial. Tras la voladura de un avión de Cubana, en el que mueren todos sus tripulantes, se escucha la caja negra con los diálogos desesperados de los pilotos. Un joven Fidel, con voz que ahora suena aflautada, acusa en uno de sus discursos: “Detrás de estos hechos está la CIA”. En los ’70 se organiza el regreso de un grupo de jóvenes exiliados en Estados Unidos y Puerto Rico, en la famosa Brigada Antonio Maceo. Se los ve en ronda relajada con Fidel, eligiendo lealtad a la revolución, frente a ese padre que tuerce la voluntad de los de sangre. En 1980 se produce la toma de la Embajada del Perú, en un intento por obtener asilo fuera de la isla. Los noticieros advierten que los ocupantes “no representan a la mayoría de los cubanos”, subrayan su condición de lúmpenes. En los ’80, Estados Unidos comienza a poner trabas para otorgar visas, mientras refuerza el bloqueo económico a la isla, en un movimiento de pinzas de nefastas consecuencias para Cuba. “Si me niegan la visa, me voy en balsa. Ya la he armado”, grita un cubano en la cola de la embajada en La Habana.
El quinto capítulo de la colección (ya se publicaron Antes del ’59, Los cuatro años que estremecieron al mundo, La solidaridad internacional y Che Guevara, donde nunca jamás se lo imaginan) acierta en la descripción de “un caso único en la historia de las relaciones internacionales”: los privilegios legales especiales ofrecidos a los cubanos que emigraron a los Estados Unidos, siempre que lo hayan hecho “el 1º de enero de 1959 o después”. Así aparecen la ley de ajuste cubano o el programa de refugiados, que ofrecen un status legal diferenciado. “Cuba es el único país de la tierra que por medio siglo tuvo la posibilidad de tener asegurada la vida legal en el país más desarrollado del planeta”, analiza el presidente de la Asamblea Nacional de Cuba, Ricardo Alarcón de Quesada. Al recorrer las décadas de los ’80 y ’90, aparece la crisis de los balseros. En 1994 se establecen nuevos acuerdos migratorios, y Estados Unidos se compromete a deportar a todo aquel cubano que no toque tierra. En medio del drama de los miles de náufragos y muertos enfrentados a la Corriente del Golfo en embarcaciones imposibles, un caso se vuelve emblema del conflicto: el de Elián González, el niño rescatado de un naufragio en el que murió ahogada su madre, reclamado por sus padres y abuelos en Cuba, retenido por otros parientes en la Florida, botín político de unos y otros. Las imágenes de aquel niño sacado a la fuerza de la casa de su tía, que llora reclamando “es mi hijo”, vuelven a golpear subrayando la dimensión de la tragedia de miles.
El extra es otro documental completo; Detrás del cristal, sobre un capítulo especial de este conflicto: el de la llamada Operación Peter Pan, que entre diciembre de 1960 y 1962 sacó de la isla a unos 14 mil niños de entre 6 y 16 años que sus padres eligieron poner a salvo del comunismo en Estados Unidos. Viajaban solos, con visas especiales y a través de una red organizativa que involucraba agencias gubernamentales norteamericanas y organizaciones católicas que los recibían y creaban las condiciones para su posterior inserción en nueva tierra. Cuando después de octubre de 1962 se cortaron las formas legales de salir de Cuba hacia el Norte, muchos de estos niños permanecieron años sin reunirse con sus padres. Algunos no lo lograron jamás.
El documental recoge testimonios de ocho cubanas residentes en Estados Unidos y Puerto Rico que pasaron por esa experiencia y relatan sus llegadas primero a un campamento, luego el traslado a orfelinatos católicos de toda Norteamérica, más tarde la inserción, en algunos casos, en familias sustitutas, y el reencuentro con sus padres, meses o años después, las que tuvieron más suerte. Transformadas en mujeres, estas niñas hablan: “Mi madre tenía tanto miedo que prefirió separarse de mí”. “Era poner a los niños a salvo por unos meses, hasta que Fidel cayera.” “Aquello fue como una nube que nos envolvió, nunca supe lo que me estaba pasando.” “Fue un desbarajuste familiar, interno y externo, que no ha cesado hasta hoy.” “Quedé en el limbo, para siempre.” “Recién ahora, con más de 40 años, entiendo y compadezco a mis padres.” Los testimonios coinciden: “Jamás haría algo así con una hija”. Los miedos guardados durante años para sobrevivir, cuentan estas mujeres, vuelven en algún momento por causas aparentemente fortuitas: un viaje a Europa, una carta reencontrada o la escritura de un libro. El título alude a aquella imagen guardada en la memoria que se repite en los relatos: de familias que quedaron en el aeropuerto saludando detrás del cristal. Un cristal que todavía duele.
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