CINE
› Por Luciano Monteagudo
Hace cuarenta años, en pleno estallido del Mayo del ‘68, la rabia de las calles de París llegó también al Festival de Cannes, que debió interrumpirse, cuando Jean-Luc Godard, François Truffaut y Louis Malle, entre otros, se colgaron literalmente de las cortinas del Palais, conscientes de que el mundo del cine no podía permanecer al margen de la revuelta que proponía la imaginación al poder. Y la pusieron en praxis. En ese contexto, un grupo de directores franceses, que rechazaban la concepción con que por entonces se organizaba el festival –las películas eran consideradas representantes oficiales de cada país, por lo cual el cine más conflictivo solía quedar afuera– propuso un espacio diferente, al que denominaron la Quincena de los Realizadores. “Todos los films nacen libres e iguales” fue entonces la consigna de la Quinzaine, que en su transcurso dio a conocer a cineastas fundamentales, como Rainer W. Fassbinder, Werner Herzog, Martin Scorsese y los hermanos Dardenne, entre muchos otros. Y al día de hoy –bajo la dirección de Olivier Père– esa consigna sigue siendo la misma. La libertad, el riesgo, la búsqueda, marcaron una vez más el compromiso de la Quincena, la sección paralela más prestigiosa de Cannes, que este año tuvo una fuerte presencia argentina: Liverpool, de Lisandro Alonso, se llevó ríos de tinta en la prensa francesa, pero también dejaron su impresión Salamandra, opera prima de Pablo Agüero protagonizada por Dolores Fonzi, y Acné, film del uruguayo Federico Veiroj, rodado en Montevideo con coproducción del argentino Hernán Musaluppi.
En la Quincena de este año el catalán Albert Serra (el mismo de Honor de caballería) volvió a despertar el fervor de los cinéfilos con El cant des ocells, donde comparte la travesía de los Reyes Magos, mientras que el polaco Jerzy Skolimowski volvió en su mejor nivel con Las cuatro noches de Anna, una película que ratifica un renacimiento de los cines de Europa del Este, como lo prueban también Slepe lasky, del eslovaco Juraj Lehotsky, y Boogie, del rumano Radu Muntean. El portugués Miguel Gomes con Aquel querido mes de agosto y el francés Bertrand Bonello con De la guerra (protagonizada por Mathieu Amalric y Asia Argento) fueron puntos altos, mientras que The Pleasure of Being Robbed, de Josh Safdie, hizo saber que existe un cine estadounidense verdaderamente indie, que no es el que apadrina la institución Sundance.
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