No es un clon, apenas un hombre inquieto que se mueve en varias direcciones. Concretada la edición definitiva de Cómo vino la mano, Grinberg está abocado a una serie de trabajos centrados en sus demás preocupaciones: los estilos de vida alternativos, la ecología y la poesía. La editorial Capital Intelectual acaba de encargarle una colección de textos llamada Biogramas, en la que se despacha, a gusto, sobre temáticas relacionadas con la ecología social y la vida sana. “Escribo sobre estilos de vida alternativos, agricultura orgánica, aldeas ecológicas... en fin, cosas que han sido desdeñadas como aventuras hippies. Pienso que, por ser prematuras, fueron mal interpretadas”, apunta. También editó a través del sello Pausa el libro Ternura, deleite supremo (“Una reflexión poética sobre la ternura en sí, referida a la intensidad de la vida con alto refinamiento”) y En mi jardín copulan los ángeles, un escrito poblado de prosas cortas. “Un laboratorio que presentaba una nueva línea de Viagra me pidió algo picante. Yo no escribo relatos pornográficos, pero se me ocurrió mezclar a Yoda, de La guerra de las galaxias, con las Olimpíadas, y hacer un relato que transcurre en las bolas del tipo... se trata de cómo el tipo prepara a los espermatozoides para ser triunfadores y llegar a fecundar al óvulo”, describe. Por el andarivel oral, sigue conduciendo Rock que me hiciste bien (sábados de 2 a 5 por Radio Nacional) y lo convocaron para hacer columnas sobre ecología y escribir en la página web. “Quedé en el staff periodístico de LRA, lo cual es una sensación muy rara, porque era la radio que pasaba los comunicados militares”, se ríe. “Siento que así como Gabis exorcizó el Salón Blanco de la Presidencia tocando ‘Blues del terror azul’, yo estoy exorcizando LRA con un programa de rock en la madrugada, como corresponde, en una radio que es eminentemente tanguera y folklórica, y que tiene la misma edad que yo: nació en 1937. Es como un ritual de regeneración porteña.”