Jueves, 12 de junio de 2008 | Hoy
CINE › OPINIóN
Por Margarita Fernández *
Con Hernán Piquín, así como con Natalia Pelayo y Alejandra Baldoni, nos conocimos en la escuela del Colón, donde yo enseño hace años. Los tres fueron alumnos míos. Luego con Hernán y Natalia trabajamos juntos en Hernán Buenos Ayres, ángel y demonio. Fue muy placentero trabajar con los chicos en este proyecto y fue un aprendizaje intenso hacerlo con Leonardo Favio. Porque hay muchas diferencias entre coreografiar para teatro y para cine. Laura Roatta y yo tuvimos que entrar en la cabeza del director, entender lo que él quería para cada escena. Debimos ponerles movimiento a sus ideas y luego transmitirlas a los bailarines, porque el rol del Aniceto era algo que Leonardo tenía ya muy trabajado en su cabeza. Entonces, cada movimiento de Piquín tenía que tener una razón de ser. La interpretación de Hernán fue intensa. Se lo ve muy bien dirigido en el film, realmente comprometido con el personaje. Entre él y Leonardo existió una comunión maravillosa, un entendimiento en el plano espiritual, una mística de trabajo particular. Eso generó un buen clima en todo el set, entre todos los profesionales que intervinimos. De todos los bailarines argentinos, Hernán era el indicado para este rol porque es uno de los más completos. Argentina tiene bailarines talentosísimos que están por el mundo y tuvimos la suerte de que Hernán regresara al país. El tiene una capacidad dramática que lo caracteriza. Podrá haber bailarines con mayor virtuosismo, con lo que ganan aplausos fácilmente; pero él sube al escenario y, además de mostrar su técnica pulida y solvente, actúa, dejándole al público algo más. Además, es un bailarín que se compromete con la bailarina. Creo que es uno de los mejores partenaires a nivel nacional e internacional.
* Coreógrafa de Aniceto.
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