El lanzamiento de El Siluetazo (Adriana Hidalgo Editora) viene a subsanar un sorprendente agujero bibliográfico. “En general, no se lo decodificó como un hecho de arte, ni lo recuperó del todo la vieja cultura política”, señala Ana Longoni, que condujo la compilación junto a Gustavo Bruzzone a lo largo de cinco años. Es la primera vez que se reúnen tantos pensamientos sobre el tema. “La intención es reactivar una vertiente casi secreta del arte argentino, que optó por posiciones originales sobre cuál es el rol del arte en los procesos de transformación social”, dice. El impulso salió de un dossier de la revista Ramona (ramona.org.ar), que mantiene su estilo heterogéneo y su continuidad desde 2000. Esa libertad contagió al corpus. “Acá encontrás personas súper prestigiosas y simples testigos, textos de artistas y de militantes, de distintas generaciones... un mosaico que esquiva el cerco de lo académico”, alarga Longoni. Queda una duda: ¿por qué Siluetazo y no Las Silueteadas? Hay eventos como el Cordobazo, el Rodrigazo, etc., que a partir de ese “finalazo” expresan cierta victoria popular. Los compiladores confiesan haber preferido esa opción para definir el debut fundante del recurso estético, en tanto que para las movilizaciones siguientes se quedaron con Silueteada.
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