Lunes, 6 de octubre de 2008 | Hoy
LITERATURA
¿Cómo explica el humor que aparece en esta novela, tan distinta de la anterior, Los informantes?
–Responde a una idea mía de que cada novela tiene una sola forma de contarse. Mi labor como novelista es encontrar la mejor voz para cada novela. No tengo una razón muy clara y muy lógica para explicar por qué esa voz tan irónica y sarcástica era la mejor para esta novela. Creo que en parte se debió a un mecanismo de defensa. Al empezar a escribir la novela, me di cuenta de que tenía entre manos una historia en el Caribe colombiano, espacio físico, y el siglo XIX como espacio temporal; esa confusión “Caribe del siglo XIX” es García Márquez. Supongo que en alguna medida sentí que tenía que inventar un narrador tan diferente como fuera posible de los narradores de García Márquez; un narrador capaz de cuestionarse a sí mismo, que incluso se permite hacer comentarios irónicos sobre el realismo mágico. Hay una burla muy cariñosa, pequeñita, pero burla al fin y al cabo, de esas novelas donde las mujeres hermosas se levantan por los aires. Toda esa ironía, esa primera persona autorreferencial, y que además les habla a los lectores, todo eso era una manera de despegarme de ese narrador de García Márquez, esa tercera persona que lo sabe todo.
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