Miércoles, 26 de noviembre de 2008 | Hoy
MUSICA
Garth Knox cuenta, en las notas de su disco D’amore, que hace unos años alguien le prestó por unos días una viola d’amore. “Rápidamente fui seducido por el sonido amable y dulce de las siete cuerdas que se tocan (tan ricas en armónicos) e intrigado por la misteriosa presencia de las otras siete, que no se tocan y agregan una resonancia íntima a cada cosa que sucede en las que sí. Cada cuerda cuenta con un doble inconsciente que responde (o no) a las estimulaciones de las cuerdas conscientes.” El disco, editado por el sello ECM –el mismo que graba a Keith Jarrett y Gidon Kremer, entre otros–, fue elegido por la revista inglesa Gramophone como uno de los mejores del año y está, en efecto, entre las ediciones más bellas que puedan imaginarse. Allí, Knox recorre un repertorio –que será el núcleo central del concierto de mañana en Villa Ocampo– que no se detiene ante fronteras. Una pavana del renacentista inglés Tobias Hume o Les Folies d’Espagne del barroco francés Marin Marais (aquel que Dépardieu personificó en Todas las mañanas del mundo) pueden darse la mano con una obra de Roland Moser o una danza irlandesa. En esas proximidades no hay frivolidad. Unas músicas resaltan al lado de las otras, por afinidad y contraste, y el exquisito fraseo y el encantador sonido de Knox hacen el resto.
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