A veces me pregunto adónde va el teatro. Y a veces me pregunto, con rabia, si no pudiéramos hacer algo para remediar lo que vemos todos los días. Sabemos que miles de personas van al teatro, pero también sabemos que son siempre las mismas, ya sea en el San Martín como en los teatros independientes. Son siempre las mismas caras. Casi podríamos decir que a veces estrenamos solamente para los amigos y conocidos. Me pregunto cómo podríamos hacer para ampliar el campo de espectadores, para desarrollar el vínculo con la actividad escénica, para crear puentes, para hacer que crezca o nazca el interés por el teatro. Me parece que estamos en problemas: tenemos actores, directores y dramaturgos muy talentosos, pero falta un proyecto para llevar gente al teatro. No es suficiente con decir que se han abierto muchas salas si por otra parte hay un retroceso evidente en la cantidad de espectadores. Tiene que haber una política al respecto. Si esta situación sigue así, me parece que el teatro corre el riesgo de que le pase lo mismo que a las lenguas muertas.