Sábado, 11 de abril de 2009 | Hoy
TEATRO › OPINIóN
Por Juano Villafañe *
Nací en un teatro y viví en un teatro. La casa dentro del teatro tenía una biblioteca, un escritorio, un taller de pintura y una cocina. Un clima renacentista unía todos los oficios, el arte, la vida y la política. Los títeres, la poesía, formaban parte del trabajo cotidiano. Se construían objetos, se escribía, se inventaba. El arte iba a transformar el mundo, por eso había que prepararse para el gran desembarco. Se estimulaba siempre la renovación estética, pero fundamentalmente se pensaba en un nuevo tipo de artista. Se reunían en mi casa Miguel Angel Asturias, Emilio Pettoruti, Rafael Alberti, Ana Mercedes Burnichon, Hamlet Lima Quintana, Enrique Molina, Mario Jorge De Lellis, Ariel Bufano. Los encuentros eran tan interminables como los viajes. Mi padre, Javier Villafañe, vestido de mameluco, podía viajar tanto a la Municipalidad de Morón como a la República Popular China. Todos los viajes eran importantes y merecían una ceremonia, una despedida y un nuevo encuentro. Entonces volvían Jaime Dávalos, Roberto Espina, Olga Orozco, Elvio Romero, Antonio Berni y Enrique Wernicke. La casa dentro del teatro creció simbólicamente con el tiempo. Los artistas cambiaron por otros artistas que siguen con las tensiones dramáticas y las metáforas móviles. Los títeres salieron del retablo y se radicaron en la cámara. Se multiplicaron en la infinidad de otros retablos y otras cámaras. Hoy siguen impactando en los espacios cibernéticos y en las pantallas electrónicas. Los títeres y las imágenes viajan virtualmente por encima de los territorios y las aldeas. Javier Villafañe se había anticipado en otros tiempos a deambular de pueblo en pueblo con su propia cámara y su propio retablo dentro de una carreta tirada por caballos. Hoy quedan como inamovibles para mí el encuentro cercano de la infancia y la poética de los cuerpos. En esos encuentros el amor ya no nos defrauda. El ritual sigue en cada presente necesario, los títeres siguen siendo ese presente necesario. El tiempo utópico pensado todavía no ha llegado. El giro cultural de la época es sólo un descanso ante la historia, pero no contra la historia. Los artistas, los poetas y los titiriteros continúan con sus viajes y sus mapas. Nos seguimos preparando para el gran desembarco.
* Escritor. Director artístico del Centro Cultural de la Cooperación.
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