Sobre la muerte. Requena la asumía como algo posible pero sólo en algunas ocasiones. Cuando le pedíamos argumentos, urdía razonamientos intrincados que nunca llegábamos a comprender pues iban desde una postura de gran escepticismo y fatalidad hasta la más ferviente convicción en la reencarnación y la inmortalidad. En síntesis, la consideraba un poco inconstante; creía que no alcanzaba del mismo modo a todas las criaturas del universo. Le señalábamos un perro atropellado por un carro y nos decía: “Pero si está macaneando ese animal, en un rato se levanta y vuelve a jorobar a los vecinos”. Volvíamos a pasar más tarde por la misma calle y el cadáver ya no estaba porque se lo había llevado Salud Pública.

–Y, che, ¿qué me cuentan? –nos decía desde la bicicleta.

* Fragmento de Requena (Entropía).