Después de una gestión brillante, que en apenas un lustro puso en el mapa a toda una nueva generación de cineastas –Albert Serra, Miguel Gomes y Lisandro Alonso, entre los más significativos–, Olivier Père deja la Quincena de los Realizadores para asumir, a partir del año próximo, la dirección del Festival de Locarno. Su edición de despedida de la Quinzaine también incluyó, como en la competencia oficial, todo un rosario de nombres de primera línea: el portugués Pedro Costa, el coreano Hong Sang-soo, el japonés Nobuhiro Suwa y los franceses Luc Moullet y Alain Guiraudie. Sin contar con Francis Ford Coppola, que en un ruidoso golpe de efecto rechazó una función especial en la sección oficial para presentar Tetro, su película rodada en Argentina, en la sala de la Quincena.

Pero como sucedió también en la competencia, los consagrados, aun entregando obras excelentes, no pudieron batir sus propias marcas y presentar films superiores a aquellos que en su momento los encumbraron. Incluso la película que se convirtió este año en la revelación de la Quincena, J’ai tué ma mère –escrita, dirigida y protagonizada por el quebeçoise Xavier Dolan, de apenas 19 años– no está a la altura de la revulsión que provocó en su momento Jonathan Caouette con Tarnation (2003).