El fin del periodismo
Muy lejos del ’01 y el ’02, aquellos agitados años en los que la Argentina parecía dirigirse sin retorno a un camino de “refundación nacional” y la pantalla chica acompañaba con numerosos espacios de debate, la TV del 2005 desterró sin culpa a los programas periodísticos de agenda. Aun cuando los noticieros de cada canal se llenan de nuevas ediciones diarias, lo cierto es que a los programadores de la TV abierta ya no les interesan los ciclos políticos, acentuando el rol de puro entretenimiento que se le endilga a la TV. De hecho, pese a que se trató de un año eleccionario, la pantalla apenas le dejó al debate político tres horas semanales, en dos únicos programas (Hora clave y La cornisa, aunque este último cada vez más dedicado a las celebrities), de calidad y rigor discutibles. A diferencia de otros años, el lugar escogido para dar a conocer los principales anuncios políticos o llevarse a cabo los debates entre los candidatos fue el de la TV por cable, a través de propuestas como A dos voces, Desde el llano o El juego limpio. El cable, entonces, se apropió del debate político, principalmente en señales como TN y Política y economía. La TV abierta, en cambio, prefirió programar ciclos periodísticos que combinaran el aspecto social con algo de morbosidad (desde Humanos en el camino hasta Forenses, pasando por Código o La liga), elemento indispensable en esta época de “TV verdad”. La censura de la que fue objeto cada uno de los comentarios de Mario Pontaquarto, en TVR, son el fiel reflejo de un año en el que los canales abiertos eligieron mirar para otro lado.
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