Hay un maestro del tango que en los últimos años decidió radicarse en Córdoba, llevando la fuerza de su arte y haciendo escuela en esta zona del país, y es Osvaldo Piro. Piro jerarquizó la Orquesta Provincial de Música Ciudadana de esta provincia, de la que fue director durante seis años, luego de lo cual se radicó definitivamente en Córdoba, adonde sigue trabajando. Esta provincia, y La Falda en particular, también tiene que ver con los comienzos de su carrera: en 1965, durante la primera edición del Festival de Tango de La Falda, Piro fue el ganador del Premio Revelación del festival, que por entonces era la Palma de Oro, y que significó un espaldarazo importante en la carrera que el bandoneonista, compositor, director y arreglador desarrollaría después.

Piro recuerda épocas en que ninguna de las grandes orquestas ya consagradas –la de Troilo o la de Pugliese, por ejemplo– estaba dispuesta a abrir el festival, ocupando de este modo un lugar marginal de la grilla. Como director de una de las orquestas que recién empezaba, sin un nombre ganado todavía en el género, al veinteañero Piro le correspondió pagar el derecho de piso, sin derecho al pataleo. Fue ovacionado y terminó ganando un premio que por entonces tenía un peso importante en un contexto tan brillante como competitivo. Piro es otro de los que tejió su historia en este festival.