Domingo, 26 de julio de 2009 | Hoy
CINE
La Guía de supervivencia contra zombies que publicó el año pasado Max Brooks –hijo de la actriz Anne Bancroft y del célebre director Mel Brooks– especifica algunas sugerencias para cuando TN anuncie el principio del ataque zombi. “No se apure por irse –aconseja—. No hay necesidad de salir corriendo si se entera de que los muertos están caminando. De hecho, se recomienda lo contrario. En las primeras horas de un ataque de difuntos la mayoría de la gente tiende a escapar. De modo que las rutas se atoran y se generan situaciones de violencia potencial.” En otras palabras, a veces el impulso de quedarse es comprensible y hasta razonable.
George Romero siempre lo supo. No porque se haya quedado en su living atemorizado por los medios, sino porque ambientó La noche de los muertos vivos (1968) en una casa de campo; e hizo que los protagonistas de El amanecer de los muertos (1978) se parapetaran en un shopping. “¿Qué hacen, por qué vienen aquí”, le pregunta una de las sobrevivientes de El amanecer... a su compañero, mientras ambos miran cómo una horda de fiambres golpea las puertas del centro comercial que les sirve de refugio. “Umm... algún tipo de instinto –responde él—. Este fue un lugar importante en sus vidas.” No es nada fácil saber si se sigue vivo o se es un muerto que camina.
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