¿Qué lectura se puede hacer del hecho de que dos de los integrantes del quinteto, Quiroga y Lugones, se suicidaran? Tarcus confirma que ninguno de los hermanos “menores” se animó a escribir sobre el asunto. Pero en el prólogo de Cartas de una hermandad recuerda que cuando fueron velados los restos del autor de Cuentos de la selva, en la Sociedad Argentina de Escritores, según el testimonio de Samuel Glusberg, Lugones habría dicho en voz alta: “¡Envenenarse con cianuro, como una sirvienta!”. Un año después, en febrero de 1938, Lugones se suicidó en un recreo del Tigre. “Cuando Elías Castelnuovo hizo un intento de interpretar el suicidio de Quiroga desde la revista Claridad, provocó un malestar muy profundo en los hermanos menores, que aceptaron con mucho respeto y con mucha dignidad estas decisiones”, plantea Tarcus. “Si bien no tenemos cartas que nos hablen directamente de estos suicidios, el silencio es muy elocuente, es como si no hubiera sido una absoluta sorpresa sino que fueron muy conscientes de que éstos eran finales posibles. Los hermanos menores curiosamente no dijeron nada. La respuesta parece ser la reivindicación de sus obras, de sus figuras, la voluntad de editarlos, pero sobre los suicidios hay silencio, incluso en la correspondencia, como si hubiera cierto pudor de hablar de eso.”
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