Viernes, 13 de enero de 2006 | Hoy
Para mí Freddy era, ante todo, un gran amigo. Y además un excelente bailarín y mi maestro de técnica Graham. A mí lo más fuerte que me pasó con él fue lo siguiente: teníamos como costumbre terminar el día de trabajo y hacer clase entre nosotros. Freddy propuso dar una clase de Graham y para mí significó un antes y un después. Ese día pude hacer una síntesis de todos los caminos del cuerpo que había trabajado por años. Seguimos trabajando juntos, nos respetamos mucho como profesionales, nos quisimos mucho y yo también quise mucho a sus hijos. Teníamos una relación de amistad, muy personal. En cuanto a lo artístico era alguien talentoso, profundo, muy vistoso. Cuando venía de bailar con Alvin Ailey, volvía iluminado. Y también era un gran maestro, que dejó una marca. Muchísima gente pasó por sus manos y él era uno de los pocos que conservaba bastante puro el estilo de trabajo, el único que seguía dando prolijamente la técnica Graham. Tengo muchos recuerdos con él... Una anécdota: Me acuerdo cuando estrenamos Romeo y Julieta. Bailábamos con unas capas de pieles en un verano calcinante y él solía tener baja presión. Acostado en el suelo, teníamos que sacarle el abrigo entre todos y parecía que se moría, al punto de tener que llamar a la ambulancia. Y cuando le tocaba bailar, se paraba y salía al escenario espléndido, como si no hubiera pasado nada. ¿Qué más decir? Que lo recuerden, cada uno a su modo.
Freddy fue un gran maestro, bailarín y compañero que se ha ido. Sin duda fue el mas importante maestro de danza contemporánea de la escuela Graham que ha tenido nuestro país. Ha formado muchísimos bailarines y bailarinas a lo largo de las casi cuatro décadas en que ha vivido en la Argentina. Era hasta la fecha de su fallecimiento, maestro de nuestro Taller de Danza del Teatro San Martín, que dirige Norma Binaghi. Con Freddy bailamos en numerosas producciones y compartimos camarines por muchos años. Allí supe de su generosidad y de su historia que comienza en Caracas, donde él había nacido. Formó parte, como solista, de la importante compañía de Alvin Ailey, en Nueva York, desde sus comienzos, y participó activamente en las grandes obras que creara Ailey para su compañía, entre ellas la memorable Revelations, donde bailaría junto a Judith Jamison. Llegó a Buenos Aires desde México en 1969 con su mujer, otra gran bailarina argentina Bettina Bellomo, donde se desempeñaban como bailarines solistas en la Compañía Nacional. Apenas llegados ambos se integraron a la recién creada compañía del San Martín. Freddy poseía además de su espléndida técnica, una gran presencia y una especial belleza masculina. Creó algunos trabajos como coreógrafo, pero su destino terminaría siendo otro: ser uno de uno de los mejores maestros de nuestro medio, muy querido por sus alumnos y colegas. Dictó por última vez clases con el Ballet Contemporáneo en 2002, aportando como siempre sus grandes conocimientos a nuestros profesionales como sus dosis de humor. Sin duda lo extrañaremos todos, a este forjador de ilusiones y amigo que lamentablemente nos dejó. Su buenaza sonrisa de negro lindo, como su hermoso tono venezolano –que nunca perdió–, nos seguirá acompañando.
Lo recuerdo como un extraordinario bailarín con una potencia expresiva e interpretativa muy grande y, últimamente, como un maestro muy importante. Con él se pierde algo fundamental para la danza argentina. Conocía muchísimo la técnica de Martha Graham y la de Alvin Ailey. Siempre me pareció una persona muy buena, humilde, agradecida al trabajo. Lo caracterizaba esa vitalidad, esa energía, esa fisicalidad unida a un gran conocimiento de ese repertorio tan importante. Su experiencia le abrió las puertas a la danza contemporánea en la Argentina, en los años ’70. En las producciones de Oscar Araiz de aquella época era una figura destacable, elemental en esa troup. Yo en esa época recién estaba empezando a bailar y me encantaba verlo, tenía una energía muy particular. Además, fue un pilar de la enseñanza de la técnica Graham en nuestro país, tanto en su estudio como en el Taller del San Martín en estos últimos años. Todos los fines de año, cuando el Taller del TSM presenta sus trabajos, yo siempre esperaba el trabajo de Freddy, de una gran espiritualidad. Los alumnos lo interpretaban con una entrega poco frecuente. El se conectaba con lo espiritual del movimiento, de la danza, y eso los alumnos lo sentían. Por eso lo querían mucho, porque no sólo enseñaba un repertorio de movimiento sino que todo eso estaba imbuido con una carga enormemente humana. Eso los alumnos lo recibieron con agradecimiento.
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