Teniendo en cuenta el tema, era una posibilidad realizar un documental más clásico. Sin embargo, Hoijman utilizó recursos de la ficción para construir su documental en donde no hay ningún sistema de busto parlante. “Eso tiene que ver con el tipo de cine que me interesa como espectador y como director”, señala. “No me interesaba hacer una película que estuviese relacionada con el concepto de información, no me interesaba informar”, agrega. Hoijman también explica determinadas situaciones de los documentales con entrevistas: “Casi siempre hay dos o tres tipos de situaciones que despiertan un interés especial en el espectador: cuando el entrevistado llora, cuando ríe de manera inesperada, cuando hay algún tipo de accidente porque alguien pasó detrás de la cámara, por ejemplo. Cuando lo inesperado irrumpe en la imagen, se produce un pico de interés. Mi objetivo es hacer una película donde todo el tiempo haya ese pico de interés”, se entusiasma Hoijman. “Me interesa el documental como registro de procesos transcurriendo”, analiza. Sobre su película comenta que “el tipo de registro fue absolutamente documental. El tipo de encuadre y el de edición se parece al de una película de ficción. Es un experimento que quise hacer”. Hoijman se preguntó cuál es el límite entre ficción y documental. “Quería poner en discusión ese tema. ¿Los límites tienen que estar alrededor de lo que es una cuestión formal, estética? ¿La forma de la película determina si es un documental o una ficción o está en el proceso de registro de esas imágenes? Yo creo en esto último, no considero que el documental sea un género”, plantea Hoijman. “El límite entre cine documental y ficción no debe discutirse en el territorio de lo estético, formal, sino en el territorio de lo ético. Es en el rodaje cuando se determina si una película es documental o ficción”, concluye.