Una de las características de Sangre del Pacífico es que tiene contenidos oníricos y fantasías de los personajes. “Soy hijo de una psicóloga muy eminente en el país que es de la primera camada. Así que he convivido con la psicología desde que nací. Yo accedí a las obras completas de Freud antes que a las de María Elena Walsh. No sé si esto es bueno o malo, pero tengo una relación con la psicología desde que era muy niño”, explica Boy Olmi. El director señala que el mundo del inconsciente “es algo con lo que convivimos permanentemente. Para mí los sueños están en otra dimensión pero son parte de la vida cotidiana. Y los recuerdos también. Las asociaciones y emociones que afloran de nuestro inconsciente son cosas a tener muy en cuenta”. Es por eso que los cuatro protagonistas de la película son atravesados e invadidos por su inconsciente. “Y ese inconsciente irrumpe en forma de sueños, de recuerdos, de fantasías eróticas. Por fuera de esta caparazón que tenemos, estamos todo el tiempo atravesados por el inconsciente y por nuestras fantasías. Entonces, para mí esto es alimento cotidiano y la película tiene mucho de onírico en paralelo con el crudo relato realista. Por eso digo que Sangre del Pacífico tiene algo de clásico y de lisérgico al mismo tiempo: es una invitación a la sensorialidad y al viaje permanente”, analiza su director.