Concebido como una suerte de catálogo de autor, el suplemento Picado Grueso estará destinado este mes a El Marinero Turco, dibujante surgido del riñón de la Fierro de los ’80 y hoy consagrado como uno de los artistas imprescindibles de la historieta argentina. Bajo el título Toros y Toreros/2, se publica una serie de once dibujos en blanco y negro que datan de 1996, cuando el artista asistió a las corridas en tierra española obsesionado por entender “cómo es que la muerte aparece en un lugar de tanta belleza, color y festejo”.

Los dibujos, realizados a mano alzada, le sirvieron de material para encarar un nuevo desafío: la pintura. Algunos de esos memorables cuadros fueron editados en la edición 31a de Fierro. Esta segunda parte, acompañada por fragmentos de la Muerte en la tarde, de Ernest Hemingway, pone en evidencia la vitalidad y destreza técnica de un dibujante en constante búsqueda. En las ocho páginas el lector se encontrará con una faena ausente de color, sin festejos ni gritos, pero sí con ese silencio amenazante que sólo pueden sentir el hombre y la bestia cuando se enfrentan.

“Estos trabajos son anteriores a los cuadros que ya vieron los lectores de Fierro –dice El Marinero Turco–, algunos de esos dibujos me sirvieron como base para realizar los cuadros. La primera corrida de toros la vi en 1993 en Quito, Ecuador, y a partir de ahí no paré, no dejé de obsesionarme por ese encuentro mágico entre la vida y la muerte. Llegué a España tres años después con las corridas en la cabeza y pensando siempre en los dibujos en blanco y negro de Picasso. Tomé nota, dibujé mientras asistía a las corridas y después me fui a Francia a ver a los impresionistas. Frente a la obra de Van Gogh supe que era hora de la pintura y al volver me puse a trabajar. Quizás esta obsesión por las corridas de toros se deba a que fui testigo de una de esas auténticas faenas que sólo se dan de vez cuando y, como dice Hemingway, cuando eso sucede `se pueden olvidar muchas cosas pero nunca lo que se vio aquella tarde’”.