Martes, 31 de enero de 2006 | Hoy
Las fiestas paganas, las saturnales romanas en honor al Dios Baco, las antiguas fiestas de Egipto y Sumeria prueban que el Carnaval no es en absoluto una invención moderna. En la Edad Media estas prácticas se retomaron, unos días antes de la Cuaresma. De ahí que se lo llamara Carnaval, del latín carnelevarium (“quitar la carne”), que hace referencia tanto a la prohibición religiosa de consumo de carne durante la Cuaresma como a la exacerbación de la sexualidad que la fiesta proponía. Y si bien el festejo continúa hasta nuestros días, otro era el sentido del ritual medieval; así lo explica Mijail Bajtin: “Los espectadores no asisten al Carnaval, sino que lo viven ya que el Carnaval está hecho para todo el pueblo. Durante el Carnaval no hay otra vida que la del Carnaval. Es imposible escapar, porque el Carnaval no tiene ninguna frontera espacial. En el transcurso de la fiesta sólo puede vivirse de acuerdo a sus leyes, es decir de acuerdo a las leyes de la libertad (...) El Carnaval era el triunfo de una liberación transitoria, más allá de la órbita de la concepción dominante, la abolición provisional de las relaciones jerárquicas, privilegios, reglas y tabúes (...) Todos eran iguales y reinaba una forma especial de contacto libre y familiar entre individuos normalmente separados en la vida cotidiana por las barreras infranqueables de su condición, su fortuna, su empleo, su edad y su situación familiar”. Tan sólo unos pocos días en el que el sentido del mundo se invertía y el tonto era coronado rey.
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