MUSICA
Tras la edición de Vinagre y rosas, en la Argentina acaba de publicarse un libro que narra la forma en que Joaquín Sabina y su amigo Benjamín Prado llegaron a las trece canciones de ese disco, compuesto entre ambos en Praga a lo largo de unos siete meses, siguiendo “una idea un tanto etílica”, según contó Sabina. El libro se llama Romper una canción, fue escrito por Prado y tiene los reparos públicos de Sabina: “El exagera un poco: no había tantas chicas”.
Cuenta Prado: “Una noche en la que, como tantas veces, habíamos acabado en Los Diablos Azules, el bar que tienen Jimena Coronado (novia de Sabina) y su amiga Lena de Marini en Madrid, Joaquín se tomó un par de copas para envalentonarse, me llevó a un rincón y me dijo: ‘Mira, Benja, te voy a proponer algo. Yo vivo en una felicidad doméstica de la que es imposible sacar un verso; pero tú estás hecho polvo, y eso es una mina. Te propongo aprovecharme de tus desgracias y que nos vayamos por ahí a escribir canciones contra tu ex novia. Donde tú quieras: La Habana, Lisboa, Nueva York, Praga... ¿Qué me dices?’. Dije que sí, convencido de que era una de esas promesas que se hacen en los bares a partir de las tres de la mañana”. Con fotos personales, dibujos y originales de los manuscritos tachados una y otra vez, Prado rememora en Romper una canción la intensidad de aquellos meses de trabajo y las peleas a muerte por cada palabra, con la convicción de que “no hay una coma sin negociar en todo el disco”.
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