Domingo, 24 de enero de 2010 | Hoy
TEATRO
Posca habla y piensa por caminos laterales. No es que sea difícil entenderlo, es que su reflexión se enrula en firuletes inesperados; algo de lo que por otra parte él es muy consciente. “El otro día mi hijo Rocco me estaba mirando el bocho y le pregunté que veía –comenta–. ¿Sabés lo que respondió? `Veo un montón de graffiti pegados con cinta scotch`. Tiene razón. Soy eso. Y en el cráneo tengo una computadora con banda ancha desde antes de que existiera Internet.”
–¿Con qué conecta esa banda ancha?
–Con otras dimensiones. Siento que muchas veces reflejo rasgos nuestros, pero simultáneamente sé que saco ideas de otro lado. Es como si hubiera un campo alternativo al que puedo ir a buscar data. Lo cotidiano, la mayoría de las veces, me resulta muy pobre. El estereotipo de “el cheto”, “el rico”, “el pobre” no me alcanzó nunca. Entonces tuve que investigar en otras zonas.
–Como un chamán.
–Sí. Cuando subo al escenario soy casi un chamán en trance.
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