¿Qué cosas se repiten en el teatro y en la política?

–En los dos medios hay demasiada gente sin ingenio. Yo trato de salirme de esa norma y por eso sigo liderando taquilla. Soy un retroalimente continuo, una recreación permanente; y eso es raro en casi todas partes.

–¿Qué percibe en la actualidad política nacional?

–Nunca sentí una atmósfera peor, aunque desde el punto de vista personal nunca me fue tan bien. Todos los días vienen a verme 1400 personas y te aseguro que, aunque los amo, cuesta como nunca hacerlos reír. Te lo digo yo, que hace treinta y tres años que trabajo con la risa de la gente: hay una tensión en el aire que me hace sentir rara.

–¿Por qué le parece que pasa eso?

–No sé. He vivido en Venezuela, Chile, en Estados Unidos, y un año y medio entre París, Madrid y Valencia. Pero este país es irracional. No resiste el análisis de ningún sociólogo. Supongo que lo que causa esta situación es ese vaivén permanente entre esperanza y desesperanza, que te impide estar relajado y te divide como Túpac Amaru.