“En la actualidad, las organizaciones que favorecen al movimiento Slow pertenecen a una tradición de resistencia que comenzó mucho antes de la era industrial. Incluso en el mundo antiguo, a nuestros antepasados les enojaba la tiranía de la medición del tiempo. En el año 200 a. C., el dramaturgo romano Plauto escribió este lamento:
¡Los dioses confundan al primer hombre que descubrió
la manera de distinguir las horas, y confundan también
a quien en este lugar colocó un reloj de sol
para cortar y destrozar tan horriblemente mis días
en fragmentos pequeños!
... ni siquiera puedo sentarme a comer a menos que el sol se marche.
La ciudad está tan llena de esos malditos relojes...
Cuando los relojes mecánicos aparecieron en Europa, las protestas siempre les fueron a la zaga. En 1304, Daffyd ap Gwvilyn, un bardo galés, hablaba pestes contra el artilugio: “¡Maldito sea el reloj de cara negra situado junto al banco y que me despertó! Que su cabeza, su lengua, su par de sogas y sus ruedas se conviertan en polvo, y que les suceda lo mismo a sus pesos y sus estúpidas bolas, sus orificios, su martillo, sus patos que graznan como si adelantaran al día y su funcionamiento incansable”. Mientras la medida del tiempo se infiltraba en todos los recovecos de la vida, los satíricos bromeaban acerca de la devoción europea por el reloj. En Los viajes de Gulliver (1726), los liliputienses, al ver que Gulliver consultaba su reloj con tanta frecuencia, llegaron a la conclusión de que debía ser su dios.”
* Fragmento de Elogio a la lentitud (Del Nuevo Extremo).
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