Sábado, 6 de febrero de 2010 | Hoy
TEATRO
Por momentos, la actuación de Marcelo D’Andrea en El ardor es hipnótica. Genera conmoción, simpatía, enojo, ternura. Sobre todo cuando su personaje se desdobla y aparecen en escena su madre y su padre, en quienes se materializa la historia y los discursos en pugna. A D’Andrea, también autor de la pieza, le pasó lo mismo que al mecánico: “Fue algo oscuro. Me tomaron cosas vividas, el ‘qué nos pasó’, la negación de uno para sobrevivir cosas espantosas como la dictadura”, recuerda. En la versión inicial, Acido de locro, sobresalía el humor. “Cuando el tiempo juega a favor es un buen amigo. Ricardo confió mucho en este texto y me ayudó a depurarlo”, subraya D’Andrea. Integrante del elenco de Vidé... la cinta fija, describe las particularidades del personaje que interpreta en El ardor. “Es un mecánico de la clase media trabajadora, ése es un elemento a tener en cuenta. Ponerle el cuerpo es la clave, tiene que aparecer todo el furor de esa combinación de discursos. Experimenta una sintomatología por una comida, un reflejo histórico en su propia carne. Es algo que nos pasa seguido, pero no nos damos cuenta: la memoria que viene debajo de los discursos ganadores.”
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