CINE
Usted tuvo una carrera destacada en un tiempo en el que a las mujeres les costaba mucho.
–Yo tenía un mundo, no una carrera. No pensaba en términos de “carrera”. Simplemente me puse a hacer películas porque me pareció que podía gustarme. Jamás pensé en ocupar un lugar en la historia o algo así. Hubo gente que me asignó ese lugar, porque la primera película que filmé (N. de la R.: La Pointe-Courte, 1954) era como muy rara para la época, ya que mezclaba documental y ficción. En ese momento, en Francia había tres directoras de cine. Pero yo pretendía otra cosa, yo quería usar el cine como un lenguaje.
–¿De qué manera?
–La pintura había dado un salto durante la primera mitad del siglo XX. Gente como Picasso, Dalí, los surrealistas... La literatura también, con Joyce, Virginia Woolf, Faulkner, Nathalie Sarraute en mi país. El cine, en cambio, a lo único que parecía aspirar era a seguir al teatro de la época. Quiero decir: psicología + drama + diálogo + mensaje. Yo quería hacer algo que tuviera que ver con el tiempo en que vivía y no con el siglo XIX. Con el tiempo subjetivo, también.
–¿A qué se refiere?
–Cuando hice Cléo de 5 a 7, que trata sobre dos horas en la vida de una chica con una enfermedad terminal, me planteé que el tiempo se vive de manera distinta cuando sufrimos, o tenemos dolor, o estamos a la espera de algo. Eso, el tiempo subjetivo, pasó a ser el tema de la película, aquello que me interesaba explorar.
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