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Jueves, 3 de junio de 2010

CINE › ERICA RIVAS ASEGURA QUE LA FILMACIóN DE POR TU CULPA FUE SU EXPERIENCIA MáS INTENSA COMO ACTRIZ

“Esta historia trasciende los conflictos de género”

La actriz asegura que se siente “una inútil” frente a las instituciones médicas y que eso provocó que su personaje resonara en lo personal. Y cree que, entre otras razones, el hecho de ser madre resultó determinante para que la directora la eligiera.

 Por Oscar Ranzani

En febrero de este año, mientras en Buenos Aires el calor derretía el asfalto, en Berlín el frío calaba los huesos con una intensidad que no se recordaba desde hacía tiempo. Fue precisamente en ese mes que la cineasta Anahí Berneri y la actriz Erica Rivas viajaron a la capital de Alemania para presentar en La Berlinale Por tu culpa, tercer largometraje de la joven directora. “Fue algo impensado para mí”, reconoce Rivas sobre tamaña experiencia que vivió con la exhibición del film –que se estrena hoy jueves– en la sección Panorama de uno de los festivales más importantes del mundo. “Fue muy interesante ver cómo personas de otro país, con un idioma tan distinto y una idiosincrasia tan diferente, podían sentirse conmovidas por una película que venía de esta parte del mundo, pero que igual contaba una historia universal. Fue maravillosa la recepción que tuvo la peli.” En la ficción, Rivas compone a Julieta, una mujer que acaba de separarse y que queda a cargo de la crianza de sus dos hijos pequeños, uno de 8 años y otro de 2. Una noche, mientras Julieta planea terminar un trabajo, ya que quiere retomar su profesión, sus hijos juegan bruscamente y ella, desbordada por la situación, no pone los límites necesarios. Entonces, el más pequeño sufre un pequeño accidente en su brazo. Los tres salen corriendo a la clínica. Pero a partir de ese momento, durante toda la noche, Julieta vive una terrible odisea, ya que los médicos no le creen que su hijo se haya lastimado accidentalmente y es acusada de violencia familiar.

–¿Definiría la película como un drama intimista o como un thriller doméstico?

–Las dos cosas. Es como Alicia en el País de las Maravillas, pero de esta época: pesadillesca.

–¿Cree que tiene una mirada de género respecto al conflicto que plantea?

–No, no creo. Tenía temor de que esta película se convirtiera en algo vinculado con el embanderamiento de un género. Sí siento que es una película femenina, porque la protagonista y la directora son mujeres y porque habla sobre algo que le pasa a una mujer, pero siento que es una historia que va más allá de los conflictos de género.

–¿Cómo compuso el personaje y qué características requería?

–Primero tuve que adelgazar, no por algo que Anahí me pidiera sí o sí, sino porque veía que este personaje está un poco más demacrado que lo que se me puede ver a mí en general (risas). Eso en cuanto a lo físico. Después, traté de que el personaje se acercara bastante a mí. Otra parte importante fue la relación con la cámara, que fue todo un tema porque estaba muy, muy cerca.

–Así transmite una sensación de vértigo, de mucha intensidad. De hecho, está filmada con la ilusión de tiempo real.

–Sí. Además, como está filmada como un documental, la actuación tenía que ser mucho más sutil. No tenía que verse ni un hilo. Entonces, para mí fue fundamental que estuviera Anahí mirando con ese ojo severo, alucinante, parecido al mío. Y la verdad es que sentí una relación muy fuerte con ella en el momento de la filmación.

–¿Cómo fue el trabajo con niños pequeños? ¿La ayudó el hecho de ser madre?

–No pensaría un rol de madre si yo no hubiera sido madre. Esto no lo digo para todo: uno no tiene que ser un asesino para componer a un asesino, pero sí en algo que tiene tanto que ver con el ser, sobre todo para una mujer. No existe una experiencia tan condicionante y tan contundente como ser madre. Creo que Anahí también me eligió porque soy mamá. Antes de filmar, ensayamos tres meses con los chicos. Trabajar con niños tan chiquitos era todo un tema. Estábamos jugando, pero además tratando de que saliera la escena. Anahí me iba indicando las cosas que necesitaba y las cosas que no. La verdad es que quedé cansadísima, pero nunca antes había tenido una experiencia tan intensa como ésta.

–Desde el punto de vista artístico, ¿cómo trabajó con Berneri la tensión que tiene la trama?

–El libro planteaba ya algo muy definido. Tenía una construcción muy definida y la intensidad de ese cuento tan chiquitito iba a darse en la manera en que nosotras íbamos a vivirla en el momento del rodaje, es decir, qué cosas íbamos a poner nosotras en juego ahí. Y tanto Anahí como yo sentimos que, desde lo más profundo, pusimos todo. Después, nosotras podemos decir cosas, pero lo que pasó ahí fue todo lo que pudimos hacer, sumado a la tensión que una tiene de estar enredada en las estructuras del personaje.

–¿Cuáles son esas estructuras?

–Son estructuras sociales, familiares, de género. Es un hilado que hay en este personaje en un nivel de mayor tensión que el que nosotras podríamos llegar a tener. Este personaje está enredadísimo. Y si nosotras no le dábamos la importancia que tenía eso, no iba a contarse nada.

–Tras la separación, Julieta parece desbordada por la crianza. ¿El accidente es producto de la crisis que atraviesa?

–No. Para mí, es un condicionante, es un factor que mueve a que eso pueda llegar a pasarle siempre, porque es una mujer que está en tensión. Está que no puede más. Uno de los factores más importantes es que se está separando y que ahora carece de esa contención masculina que tenía todos los días en su casa. Y está desbordada, pero podría haber pasado igual en otro tipo de situación, no es que le pasa esto porque no está el hombre o porque ella se está separando.

–¿Se preguntó qué haría usted en una situación como la que plantea la película?

–Siempre. Todo el tiempo.

–¿Y a qué conclusión llegó?

–Que me podría pasar lo mismo. Esto es algo muy personal: frente a las instituciones médicas me siento una inútil. Y siento que, en algún punto, todo este tipo de estructuras hacen que uno se sienta un piojo que no puede decidir absolutamente nada sobre su vida ni sobre su salud, ni sobre la salud de sus hijos, porque todo está mal. Entonces, siempre uno está como enjuiciado y sin saber lo que pasa, en realidad. Nadie te explica ni te dice, todos hablan de una parte de vos o de una parte de tu hijo. En la historia nadie vio el momento concreto del accidente ni se puso a pensar qué es lo que necesitan esta mujer o este niño. En ese sentido, me sentí muy emparentada con el personaje.

–También hay que tener en cuenta que entre el médico y la madre hay una relación de asimetría, no están en posiciones iguales. La madre tiene la autoridad sobre el hijo, pero el médico tiene la autoridad sobre la madre.

–Exacto. Agregaría sobre la madre y el hijo.

–Los miedos que tiene su personaje, ¿los sintió usted siendo madre?

–Sí, todos. Y más.

–¿Y la ayudó eso para componer el personaje?

–Sí, me ayudan todo el tiempo. No porque sienta que los miedos ayuden ni porque sienta que la forma constitucional de poder vivir con felicidad o en búsqueda de la felicidad sea porque el miedo me ayudó o me enseñó. También me enseña la felicidad de tener un hijo. Pero sí siento que, a partir de que aparece una persona a la que uno le debe un cuidado absoluto durante los 365 días del año, las 24 horas de su vida, empieza a aparecer un miedo de si uno puede o no criarlo. Ya estar al lado y criarlo es muchísimo.

–Siempre se dice que ser padre o madre no es algo que se pueda aprender en los manuales...

–Tal cual. También está el tema de la maternidad como construcción. Esta es una teoría muy personal, pero siento que también la felicidad te constituye como madre. Esa felicidad es tan grande porque una nunca sintió una cosa así. Y va creciendo de una manera inesperada y cada vez más. Ese ser que va creciendo es como un regalo permanente y cotidiano, lo mismo que tener la suerte de poder vivir todos los días ese crecimiento. Pero también está el miedo de no poder cuidarlo o no estar a la altura de ese milagro.

–¿Cómo nota el cambio en el rol de la mujer respecto al cuidado de los hijos en las últimas décadas y cómo incide esto en su personaje?

–Siento que, a partir de la revolución femenina, como mujeres tratamos de hacer algo para poder liberarnos de ciertas estructuras que nos mantenían todo el tiempo en la casa. Nosotras queríamos votar, estudiar, ser profesionales, trabajar. El hecho de poder ser madres nos trajo desde un tiempo a esta parte nuevas inquietudes sobre cómo hacer para lograr un equilibrio, es decir, cómo una hace para poder ser profesional y, a la vez, tener un hijo. Ese rol también está tironeado todo el tiempo, está en conflicto permanente. Es algo que desgarra, porque es increíble la fuerza que tienen las dos cosas, sobre todo si una tiene una vocación muy grande. Y la verdad es que una se siente en el medio de eso y no sabe bien para dónde ir. Además, en la mujer pasa algo físico. Una, físicamente se siente involucrada con ese ser, además de todo, porque tiene que dar parte de su cuerpo en la crianza. Hay que estar ahí con el cuerpo.

–¿Coincide con Berneri en que la maternidad es también una construcción social?

–No sé. No en mi caso, pero sí veo a la sociedad como referente en contra o a favor, porque es imposible no salir de esas redes. Una se siente en la oscuridad si es como este personaje, que quiere salir un poco de las redes sociales que lo mantienen en un lugar específico y que le dan cierta contención. Una se siente sola porque esas redes tiene que construirlas una misma. Y eso causa mucha insatisfacción, miedo, terror. Causa esta noche de pesadillas como la que le sucede a Julieta.

–¿Por qué la madre de Julieta no responde al estereotipo de abuela ideal que construye la sociedad?

–Es un personaje que me encanta. Además, me parece que Marta Bianchi está descollante en ese papel, aunque es un papel muy chiquitito para el tamaño de actriz que es ella. Es una abuela de esta época: tiene su profesión, le baja línea a Julieta de cómo tiene que ser mamá pero, a la vez, tampoco sabe. Y es la única que le da un abrigo. De todos los seres con los que Julieta se relaciona esa noche, su madre es la única que hace algo para ella, a pesar de no estar, de no ser una abuela típica.

–Recién hablaba de que la maternidad, además de provocar felicidad, también genera riesgos y problemas. ¿Julieta la vive con culpa, como sugiere el título del film?

–Puede ser. Seguramente se siente culpable de todo lo que le pasa a ella, de lo que les pasa a sus hijos.

–¿Por qué?

–Porque la culpa es parte de la estructura. Si no está eso, no existe la estructura misma. En este caso, pusimos el ojo en una persona que está ahogada por la culpa, o por esa estructura que genera esa culpa. Uno diría: “¿Por qué Julieta no le dice la verdad a la gente?”. Porque no puede, porque se siente culpable. Porque, de alguna manera, ella siente que algo malo hizo y no sabe bien qué. Y desde el principio, casi desde ser hija.

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“Pusimos el ojo en una persona que está ahogada por la culpa”, dice Rivas sobre su personaje.
Imagen: Sandra Cartasso
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