–El estreno de El box debía ser en el Centro de Experimentación del Teatro Colón, como parte de los festejos del Bicentenario organizados por el Gobierno de la Ciudad. ¿Por qué se retiraron?

–La idea era la de una fiesta imposible, armada por esta mujer, María Amelia Leguizamón, La Piñata, a quien nadie recordaba. Ella quería recuperar la intensidad que se da en el ring. A nosotros nos parecía que estábamos hablando de la Argentina y de su cuerpo social, atontado por los golpes, pero intentando rescatar creencias y mitologías. Actuar en el CETC fue motivo de discusión interna: pensábamos que armar un ring en el centro lírico de nuestra ciudad podía ser un elemento teatral y político muy atractivo. Teníamos nuestros resquemores, porque la estructura oficial es compleja. Cuando vimos que las autoridades no cumplían con su palabra, nos fuimos. No han sido respetuosos de nuestro tiempo y nuestro trabajo. Y no lo digo por el dinero que no dieron y el que nosotros gastamos comprando materiales que no podemos usar en el Sportivo. Arruinaron nuestras expectativas. No quiero hablar en forma general sino en particular, porque esto fue responsabilidad de Willy Landin, director del CETC. Uno tiene, además, la ingenua pretensión de que los espacios teatrales de la Ciudad le otorguen un lugar que cree merecer.

–¿Acaso no reconocen su trabajo?

–A mí no me llaman, y cuando lo hacen es para ofrecerme espectáculos de los que no me ocupo. En algún momento, Kive Staiff me convocó para una obra de Harold Pinter, pero eso no es lo mío.

–¿Qué cambió entre El box del Sportivo y el creado para el CETC?

–El espacio, la narración, la orquesta... Cuando recorríamos los gimnasios de boxeo, la música que pasaban era tipo cumbia, para nosotros ajena, pero estimulante. En el CETC iba a ser interpretada por una orquesta; ahora la orquesta somos nosotros, los propios actores. Modificamos la narración y eso nos tuvo a maltraer durante un tiempo. Ahora estamos bien, contentos, afirmando el trabajo. Teníamos que ponernos una fecha, porque de lo contrario nos daría el bajón.