CINE
› Por Adolfo Nigro
A Sylvia Vesco
Entre los años 1964 y 1966 un sector de jóvenes de izquierda leíamos la revista La Rosa Blindada, cuyo nombre refiere al poema de Raúl González Tuñón.
Entre el grupo de pintores estaban Onofrio, Brullón, Aguirrezabala y Gorriarena, de quien siempre se leían textos polémicos sobre distintas cuestiones: el compromiso del artista, el arte político, el Pop, Vietnam y la Revolución Cubana.
Me voy a vivir a Montevideo y regreso diez años después, comienzo a frecuentar galerías, y en Arte Nuevo conozco a Gorri y a todos los artistas que habían participado en La Rosa Blindada. Recuerdo las primeras muestras que vi de Gorri: en Balmaceda en el año 1976 y en Arte Nuevo en 1977, que dirigía Alvaro Castagnino.
Arte Nuevo, como Arte Múltiple de Gabriel Levinas y Del Retiro de Julia Lublin, se convirtieron, en esos años de dictadura, en lugares de encuentro, de discusiones políticas, y también de fraternidad ante una realidad hostil. Allí siempre estaba Gorri, celebrando la amistad. Al terminar la inauguración, nos íbamos en banda a los boliches cercanos. ¿Cómo no añorarlos? ¡Cómo olvidar El Navegante cerca del puerto! Creo que nunca estuvimos más juntos los artistas que entonces.
Largas charlas, de mesa en mesa, su sonrisa enorme y sus carcajadas que le hacían mover todo su cuerpo. Especialmente cuando se encontraba con Raúl Santana, su gran amigo, las cenas se hacían interminables.
Años después, nos veíamos seguido cuando íbamos a buscar a nuestros hijos a la salida de la escuela: él a Gerónimo y yo a Violeta. Esas esperas en la vereda eran motivo para comentar exposiciones o un libro que estuviera leyendo. Una tarde me habló con tal entusiasmo de Tierra y libertad, la película de Ken Loach, sobre la Guerra Civil Española, que esa misma noche fui a verla.
La única vez que estuvimos juntos en una charla fue en la feria de Arteba del año 2005, donde teníamos que hablar de nuestros maestros, coordinada por Eduardo Villar. Siempre beligerante, Gorri criticó las políticas culturales proponiendo “que trasciendan a los gobiernos de turno”. Al final de la charla, el público presente quería que se hablara del mercado y los coleccionistas. Gorri criticó a los coleccionistas que se peleaban entre sí para ver quién había comprado una obra a menos precio de un mismo autor.
Como recuerdo, conservo una fotografía, donde estamos con Gorri en la presentación de su gran libro. Me abraza y sonríe tierna y francamente.
Y la presencia permanente de su obra, donde en el color, en el gesto y la materia se siente, como escribió Abraham Haber, “la presencia de un drama humano”.
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