El Museo del Libro y de la Lengua es otro “milagro argentino” de esos que no abundan. El edificio estaría terminado en marzo del próximo año y en abril abriría sus puertas al público. “No hay museo del libro en Latinoamérica –dice Horacio González, paladín de esta empresa–. El Museo de la Lengua de Brasil, en San Pablo, es enorme, una vieja estación ferroviaria de tres pisos que es un espacio maravilloso donde se conjugan corrientes culturales y tecnologías audiovisuales. Acá haremos algo parecido, sin tratar de copiar –aclara risueño–. La historia del libro es la historia de nuestra cultura y nuestras fantasmagorías. La historia de la lengua es difícil decir qué es; somos nosotros mismos hablando el eje del dilema. El museo de la lengua podría ser casi un tributo borgeano y de todos los que tocaron el tema: de Echeverría en adelante, pasando por Sarmiento y Martínez Estrada. La lengua es lo que nos atraviesa y lo que atravesamos, lo que forma la parte más íntima del ser y lo que parece exterior también. El rito de la lengua es un rito movedizo.” La socióloga María Pía López será la directora de este milagro. “Mientras la Biblioteca tiene la misión de preservar todos los libros existentes, el Museo dialogará con ella como revelación de algunas de sus zonas o de ciertas obras –compara y conecta–. Tratará de provocar al lector futuro e incitar a un conocimiento público renovado. El Museo debe ser así antesala, umbral y llamado de la Biblioteca. No su símil, ni su versión expositiva, ni su presentación a escala.” La directora señala que también “debe ser un espacio de reflexión sobre la lengua, en el cual los visitantes se reconozcan como hablantes”. El planteo audiovisual –que no será meramente pedagógico– constituirá uno de los pilares que hará sentir al espectador en el “océano del lenguaje”.