Martes, 28 de diciembre de 2010 | Hoy
La literatura argentina pisó fuerte en la 62ª Edición de la Feria Internacional del Libro de Frankfurt. No sólo por la cantidad de escritores que llevó el país invitado de honor –Alan Pauls, Martín Kohan, Félix Bruzzone, Claudia Piñeiro, Griselda Gambaro y Diana Bellessi, entre otros–, sino por la inyección de libros que lanzó gracias a un notable caballito de batalla, el programa Sur de apoyo a las traducciones. El acontecimiento único por donde se lo recuerde fue la inauguración de Cristina Fernández, que dejó boquiabiertos a más de 1500 editores, escritores, agentes y libreros del mundo, testigos de una escena fuera de protocolo. “Aquí hay un martillo blanco. ¿Se supone que tengo que pegarle a alguien o que alguien va a dejar
inaugurada la feria?”, preguntó la Presidenta con un humor que ablandó hasta al más parco de los alemanes. Pero antes del golpecito, hubo un momento inolvidable. Cristina decidió homenajear a los más de 70 escritores argentinos de la delegación a través de Elsa Oesterheld, la viuda del autor de El Eternauta. “Elsa representa a todos los argentinos que sufrieron durante uno de los momentos más trágicos que nos han tocado vivir”, dijo. Elsa se acercó despacio, temblando de la emoción, hasta el escenario y se fundió en un intenso abrazo con la Presidenta. “Esto es el renacer de una vida que resignifica muchísimas vidas que hemos perdido. Yo que creí que estaba muerta, también vuelvo a tener esperanza”, admitió Elsa. Nada más, nada menos.
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