- “Más vale tarde que nunca.” La frase la dijo Mario Vargas Llosa cuando se enteró de que la española Ana María Matute era la flamante Premio Cervantes. Pero la misma sentencia se podría aplicar para el caso del escritor peruano. Eterno candidato al Nobel de Literatura, finalmente este año obtuvo el esperado galardón de la Academia Sueca, justo en simultáneo con la publicación de su última novela, El sueño del celta (Alfaguara), que tiene como protagonista al irlandés Roger Casement, uno de los primeros europeos en denunciar los horrores del colonialismo en el Congo Belga y en la Amazonia su-damericana.

- La cita que no fue: El máximo encuentro de la patria del idioma se frustró por el terremoto en Chile. El V Congreso Internacional de la Lengua Española que se realizaría los primeros días de marzo en Valparaíso se canceló definitivamente. Sólo tuvo una versión on line, para consuelo de los chilenos que habían emprendido un esfuerzo descomunal, y que tenían previstos sendos homenajes a Pablo Neruda y Gabriela Mistral.

- Ausencias: El año comenzó con una sensación de orfandad infinita para muchísimos lectores del mundo. Los últimos días de enero fueron fatales: con pocos días de diferencia murieron J. D. Salinger (el 28) y Tomás Eloy Martínez (el 31). En marzo, España perdió a uno de los referentes de la literatura del siglo XX, Miguel Delibes, el autor de Los santos inocentes. Junio no dio respiro. El primer día del mes se fue una leyenda de la poesía argentina, el pampeano Juan Carlos Bustriazo Ortiz. El 18 se apagó una voz necesaria, que se extraña mucho, la del portugués José Saramago, Premio Nobel de Literatura. Cuando se sospechaba que al menos por un tiempito, la “cretina” andaría por otros pagos, se plantó 24 horas después, el sábado 19, sobre México para llevarse al entrañable Carlos Monsiváis. Y un sábado de agosto, el 21, hubo que escribir, al calor de sorpresa y las sensaciones encontradas, que murió el más irreverente de los escritores argentinos, Fogwill.

- Un puente celeste: Una hermosa invasión llegó desde la otra orilla del Río de la Plata en la previa de la primavera. La II Edición del Festival de Literatura en Buenos Aires (Filba) desplegó una nutrida y diversa delegación de escritores uruguayos, entre los que se destacaron Ercole Lissardi, Carlos Liscano, Pablo Casacuberta, Roberto Echavarren, Alejandro Ferreiro y Felipe Polleri.