Alfredo Alcón jura que nunca se dejó encasillar en el lugar de prócer. “Ese es un problema de los otros. Generalmente los que me dicen prócer son los que no me quieren. Y son los que inventan mitos bobos”, comenta.

–¿Qué tipo de inventos hacen?

–Una vez estaba haciendo Panorama desde el puente acá en Mar del Plata. Cada vez que salía a escena, notaba que un pibe se escondía para espiar qué hacía justo antes del inicio. Un día amagué a salir y en vez de avanzar giré y lo agarré del buzo. Le pregunté por qué se había empecinado en vigilarme desde ahí. Y él me respondió que mi hermano –¡yo no tengo hermanos!– le había dicho que a mí me llevaban a la rastra, “porque tenía pánico a la actuación”. Lo mismo con mi nariz. Una vez fui a ver a un médico bárbaro, me atendió y me dijo: “No te voy a cobrar, pero decime quién te operó”. Yo le aseguré que ésta es mi nariz real. Me abrió la puerta y me despidió enojado, creyendo que le mentía. El riesgo de tener prestigio es que cualquier tropezón se confunde con caída, hasta en las situaciones más corrientes. “Escuchá ésta –sigue–: estaba con unos amigos en una playa de Ostende. Yo ya era conocido, pero no había tanta gente, y sentí ganas de hacer pis. Me retiré un poco entre los médanos y me puse a hacer pis. ¡A los dos minutos levanté la vista y vi que desde hacía rato había un grupo de chicas mirándome! Imaginate, empecé a putear. Pero no seamos injustos. La verdad es que la gente suele ser muy respetuosa.”