Viernes, 21 de enero de 2011 | Hoy
LITERATURA
Lo que contó Miranda fue que en su vida campestre entendió que para decir una verdad primero había que vivirla, y que el espacio de la verdad no era el lenguaje sino el de los cuerpos (cuerpos humanos y objetos). Y que los fenómenos que se daban en los cuerpos eran tan absolutos que ni siquiera necesitaban de la intuición para poder detectarlos: hablaban por sí solos. Y que la verdad como fenómeno, es decir, la verdad de los otros vista por uno, no podía tener continuidad, además de no tener interior (todas las verdades ajenas constaban de una sola cara exterior: su imagen). En el campo también descubrió que lo que se llamaba realidad estaba, efectivamente, en los hechos, es decir que todos los hechos eran reales o verdaderos pero que al sucederse deshacían la verdad inmediata con verdades nuevas y que, por lo tanto, no había ni hay ni habría nunca verdad o realidad residente o permanente. La hubo, la hay y la habrá siempre que sea transitoria (...) Persistir mañana en la verdad de hoy equivale a mentir ex profeso. La verdad es producto de la sensibilidad, no de la razón.
* Fragmento de Toda la verdad (Seix Barral).
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