TELEVISION › OPINION
› Por Martin Becerra *
La televisión digital arribará a una Argentina donde casi todos los hogares poseen un receptor analógico y en la que la reconversión del parque de televisores será lenta y condicionada por el cada vez más desigual nivel adquisitivo de la sociedad. La definición sobre la norma técnica de funcionamiento provocará el alineamiento del mercado televisivo local con Estados Unidos o con Europa. Parece que se aleja la perspectiva de asumir una “Tercera Posición” junto con Brasil, como correspondería a los enunciados de un Mercosur no puramente aduanero.
Suelen citarse como ventajas de la televisión digital la multiplicación de canales que, vía multiplex, permitirá contar con entre cuatro y cinco señales donde hoy hay una sola frecuencia (además de una mejor resolución). Ello reposiciona, en un lugar central, la cuestión de quién y cómo, y con qué criterios, asigna las señales. En otros países se ha privilegiado la potencialidad social, educativa y no sólo recreativa del medio televisivo para conceder las nuevas señales digitales a entidades de la cultura y la educación, a actores locales, a profesionales de la imagen y el sonido.
La televisión digital podría reponer la importancia de aquellas dos primeras funciones de la tríada “educar, informar, entretener” que fueron desplazadas por imperio de la tercera. Esto otorga además una oportunidad a la televisión del Estado para que comience a desplegar una actividad pública, no gubernamental, con sus misiones informativa y educativa claras, con énfasis en la creación y el ensayo, de carácter federal.
Por otra parte, la posibilidad de multiplicación de señales de acceso gratuito equivaldría, en un panorama de hiperconcentración mediática como el de la Argentina, a que ingresen otras voces al ruedo, en una apuesta impostergable por la polifonía.
La TV digital vaticina un escenario audiovisual de progresiva segmentación del público, que fuera muy anunciada por el advenimiento de la TV por cable, pero que no logró doblegar la fidelidad del gran público a los canales generalistas. El broadcasting (televisión abierta generalista y masiva), como advierte Enrique Bustamante, se desplazaría hacia el narrowcasting (televisión fragmentada) por la multiplicación de canales digitales temáticos.
Un enigma de la TV digital en el país es el financiamiento de las nuevas señales: ¿se seguirá privilegiando la pauta publicitaria como único argumento de sostén económico televisivo? Si es así, la TV digital nacería con un problema estructural, ya que una torta publicitaria insuficiente para los pocos competidores de aire en la actualidad, será a todas luces escasa para veinte.
Siendo auspiciosas las promesas de la TV digital (como las que ofrece cada salto tecnológico en comunicación), en la Argentina padecemos la ausencia de una autoridad de aplicación que exprese, en sus políticas, consensos en la comprensión de la comunicación como servicio público. Hoy esas promesas están, al igual que el conjunto del sistema audiovisual, en manos de unos pocos gestores gubernamentales cuyo pasaje por la administración (antes de reciclarse como consultores de las empresas que hoy deberían controlar) es contingente y breve, pero cuyas decisiones condicionan durante décadas las mediaciones comunicacionales de los argentinos.
* Profesor e investigador de la Universidad Nacional de Quilmes.
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